Buscarse la vida
AL MENOS DOS seres humanos murieron asfixiados durante la travesía de un pequeño pesquero que trasladaba, hacinados en su bodega, a unos 250 inmigrantes ilegales procedentes de Marruecos. Eso ocurrió hace 10 días en la costa de Almería. Aunque no haya podido comprobarse la veracidad de una primera versión que elevaba a 20 el número de muertos, la cuestión sigue siendo ésta: si millares de personas están dispuestas a exponerse a un destino tan trágico es porque los motivos económicos, sociales y demográficos que los impulsan son tan poderosos que ninguna legislación, resistencia política o barrera cultural son capaces de neutralizarlos.Ello no significa que haya que suprimir todo intento de regulación. La total supresión de barreras, hace imposible cualquier política de integración, mientras que la experiencia indica una relación directa entre la inmigración incontrolada, por una parte, y el enquistamiento de guetos de marginación y delincuencia, por otra.
Naturalmente, entre las condiciones a tener en cuenta figuran las del mercado de trabajo del país receptor. Pero el argumento de la rampante xenofobia según el cual los inmigrantes -y concretamente los de piel oscura- vienen a disputar el escaso trabajo disponible a los nacionales es poco convincente. Al menos en los principales países del continente, los parados autóctonos no compiten por los mismos puestos de trabajo que los inmigrantes. De manera que, aun con paro, sigue habiendo necesidad de inmigración.
Con todo, es evidente que no es igual la situación de aquellos países cuyos recursos están en gran medida sin explotar -como acaba de recordar el presidente argentino, Menem, a propósito del suyo- que otros agobiados por la combinación de la saturación demográfica y el declive industrial. El problema desborda, por ello, la dimensión de cada país en concreto y demanda una cierta concertación internacional. Y concierne también a los países de origen de esos inmigrantes, explotados por mafias que comercian con su angustia vendiéndoles papeles falsificados y pasajes para la muerte, como los que adquirieron esas 20 personas lanzadas por la borda hace unos días en nuestras costas.
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