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Rushdie sale del escondite

El autor de 'Los versos satánicos' defiende en público la libertad de pensar

Salman Rushdie salió ayer a la calle, se dejó fotografiar, habló ante 300 personas y abogó por la libertad de pensar y escribir. Pero la fatwa continúa. La condena a muerte del régimen integrista iraní convirtió en excepcional lo que millones de personas consideran cotidiano: charlar y respirar el aire más o menos contaminado por el humo de un salón. Ése era el ambiente en el Stationer's Hall, un club de Londres donde se habían congregado 300 personalidades de la cultura británica para alzar su voz en favor del escritor perseguido y condenado. El 14 de febrero de 1989, un edicto de Teherán echó sobre Rushdie la sentencia de muerte. Su libro Los versos satánicos se tomó como un insulto contra el islam. Desde entonces, el escritor británico, 44 años, vive cautivo de la de soledad y el miedo.Su breve aparición estuvo presidida por el carácter excepcional de su situación. Llegó al Stationer's Hall de improviso, protegido por varios agentes de policía.

En la sala le esperaban sus amigos, muchos de los cuales llevan empeñados tres años en una campaña de denuncia contra la intolerancia del Gobierno iraní. Son personas que han usado su voz por medio de cartas de apoyo a Rushdie a través de World Media, publicadas durante las últimas semanas por EL PAÍS. A todos ellos Rushdie les envió unas palabras y frustración. "Ha llegado la hora para el final de todo esto... He perdido mi libertad, mi casa, mi familia, mi vida diaria. Quiero que todo eso vuelva".

Su discurso, grabado por la televisión británica, contenía el deseo de recuperar su libertad, pero también anunciaba su decisión de mantenerse libre de presiones. "Solicito el derecho para caminar libremente en mi propio país y en cualquier otro. Y rechazo la continuación de una vida en un agujero", declaró, "pero también reclamo el derecho a publicar mi libro"

Las posibilidades de una rehabilitación de Rushdie a los ojos de los integristas musulmanes son escasas. Todavía el jueves, dos periódicos iraníes renovaban la llamada contra la vida de Rushdie. Al escritor, nacido en Bombay en el seno de una familia musulmana, no le han servido sus explicaciones y sus excusas por el daño que pudiera haber causado su libro a los creyentes del islam.

Su vida se ha resentido por la persecución. Desde hace tres años vive escondido, protegido por la policía, en un régimen de vida que ha trastocado su producción literaria y su vida personal. Divorciado, su mujer acaba de publicar un diario en el que narra la tensión que supuso para la familia el cautiverio forzoso.

Los viejos amigos no le han abandonado. Ayer por la mañana, algunos de ellos se concentraron ante la estatua que recuerda a tres británicos que fueron quemados vivos por defender su fe en el siglo XVI. En dicho acto, el antiguo líder del Partido Laborista, Michael Foot, declaró a los periodistas que la fatwa era "terrorismo de la peor especie".

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