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Aznar plantea las elecciones catalanas como el primer asalto en su carrera a La Moncloa

Las elecciones catalanas del próximo 15 de marzo son una primera vuelta de las legislativas -que se celebrarán a lo más tardar en otoño de 1.993- para todos los partidos de ámbito español. Pero sin duda son el Partido Popular (PP) y su presidente, José María Aznar, los que más se juegan en estos comicios. Si el PP no con mejorar significativamente sus resultados de las autonómicas de 1988 (5,31% de los votos y seis parlamentarios) y abandonar la posición de partido residual en la política catalana, es practicamente imposible que Aznar se consolide como una alternativa real a Felipe González.

Si éstas son las expectativas del centro-derecha español, las del PSOE son mucho menos espectaculares, aunque no por ello menos relevantes. El PSOE espera comprobar que los casos Filesa, Juan Guerra y Renfe, además de la fuerte ofensiva que sobre ellos ha lanzado la derecha en los últimos nueve meses, no han dañado seriamente sus bases electorales. Si, como esperan, el PSC no pierde posiciones, sino que las mejora, se demostraría que Aznar se equivocó al escoger la corrupción como argumento principal en su discurso de alternativa a los socialistas.Las elecciones autonómicas de Cataluña son la primera prueba de fuego del PP en su objetivo de desbancar a los socialistas del Gobierno en las próximas elecciones legislativas, según coinciden dirigentes de los dos partidos mayoritarios, que consideran "al menos arriesgada" la afirmación, el jueves, de José María Aznar, que aseguraba que el PP tenía en España una intención de voto del 30%, la más alta que ha tenido nunca.

De ese peligro de españolizar los comicios es consciente el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que trata desesperadamente de situar las elecciones en clave exclusivamente catalana y evitar que una franja de su electorado potencial se deje llevar por esa dinámica y deje de votar a Convergéncia i Unió (CiU).

Aznar ha hecho además una apuesta de primera magnitud en estos comicios al imponer a dedo un candidato, Aleix Vidal-Quadras, que contaba con un rechazo generalizado en el partido dada su escasa ascendencia entre la militancia. Aznar ha actuado en este caso con mano militar, amenazando durante meses a cualquier dirigente que no aceptara el liderazgo de Vidal-Quadras. Durante más de un año tuvo paralizado el funcionamiento regular del partido, que estuvo dirigido por gestoras nombradas desde Madrid hasta que consiguió doblegar a todos los críticos.

Previsiones poco halagüeñas

Esta situación supone para Aznar un riesgo especial, ya que más que nunca como ahora unos resultados autonómicos han estado tan ligados al futuro del presidente del PP. El objetivo de los conservadores en Cataluña es obtener en esta ocasión los resultados que en las autonómicas de 1984, en las que superaron el 11% de los votos y obtuvieron 11 diputados sobre 135 escaños en liza. Pese a ser un reto modesto, es difícil que lo consigan. Las encuestas les dan unas previsiones terroríficas: en el mejor de los supuestos, repetición de los resultados de las autonómicas de 1988. El PP atravesaba en aquellos momentos, bajo el liderazgo de Antonio Hernández Mancha, su más bajo nivel de aceptación política. Todo ello se tradujo en seis escaños en Cataluña.La opinión mas generalizada, tanto entre los socialistas como en el PP, es que difícilmente Aznar puede presentarse como una alternativa real a Felipe González con estos resultados. Para alterar esta situación se inició una ofensiva en tres zonas de España donde los populares obtienen desde siempre resultados por debajo de los que logran en el resto de España: Euskadi, Cataluña y Andalucía.

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En estas tres comunidades, el PSOE sacó al PP en las últimas legislativas una ventaja de 40 diputados sobre los 70 que obtuvieron de más respecto a Aznar en toda España. Mientras el PSOE consiguió 68 diputados en aquellas 15 provincias, el PP tan sólo obtuvo 28.

Tranquilidad en el PSOE

El PSOE, en cambio, enfoca estas elecciones con mucha más tranquilidad, a la vista de que los sondeos auguran un mantenimiento de sus posiciones. Le preocupa, sin embargo, que pueda afectarle el descrédito de escándalos como el de Renfe. El principal deseo de los dirigentes socialistas para las elecciones catalanes es que se salga de ellas de forma que el acercamiento con los nacionalistas de CiU pueda continuar su visible progresión. "No se trataría desde luego de un cambio de cromos", afirmó un dirigente socialista, "pero siempre es más fácil llegar a acuerdos en Madrid si también hay que llegar a acuerdos en Cataluña. Y a la inversa".Para ello sólo hace falta que Pujol pierda la mayoría absoluta de que dispone desde 1984, algo que las encuestas señalan como posible, porque bastaría con que CiU perdiera dos escaños, pero no como seguro. Si los socialistas catalanes no consiguen romper la ajustada mayoría absoluta de Pujol en el Parlamento autónomo, se producirá una gran decepción en el PSOE.

Los dirigentes del PSOE y el Gobierno han hecho todo lo que estaba al alcance de su mano para que estas elecciones se celebren en las condiciones políticas reclamadas por el PSC y por su líder, Raimon Obiols. Es decir, sin la existencia de conflictos graves entre la Administración central y la Generalitat y con una política autonómica que no hiera la sensibilidad del catalanismo progresista.

No fue ajeno a esta preocupación, por ejemplo, que la revisión de la financiación autonómica se cerrara en enero, privando así a Pujol de un arma electoral de seguro rendimiento. En esta orientación del Gobierno y el PSOE están comprometidos a fondo tanto el vicepresidente Narcís Serra como Obiols, de manera que un retroceso electoral en Cataluña empañaría su creciente influencia dentro del socialismo español.

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