Un pequeño gran torero
Álamo / Millonario, Núñez, DelgadoNovillos de El Álamo, con trapío de toros, comalones y astifinos, flojos, en general manejables.
El Millonario: pinchazo, otro hondo y estocada corta (vuelta); estocada caída (oreja). Rodolfo Núñez: tres pinchazos y media perdiendo la muleta (vuelta); bajonazo (oreja). Luis Delgado: estocada encunándose (oreja); dos pinchazos perdiendo la muleta y descabello (aplausos).
Plaza de Valdemorillo, 9 de febrero. Sexta y última corrida de feria. Lleno.
JOAQUÍN VIDAL
Irumpieron las cuadrillas en el redondel y pudo advertirse que allí había toreros de todas las tallas. Uno de ellos, el más pequeñín de cuantos militan en el escalafón. Su nombre es Luis Delgado, y de frente no, pero de espaldas parecía Juan Belmonte. Las comparaciones pueden ser odiosas, de acuerdo, mas no deben serlo en este caso para Luis Delgado: Juan Belmonte fue alguien en el toreo. Además Belmonte empezaría también así, llamando la atención por su escasa semejanza con Adonis y luego por su torería, todo lo cual ocurrió con Luis Delgado que, siendo bajito, sacó los arrestos propios de los garndes toreros.
En la terna estaba también Rodolfo Núñez, uno de los diestros más altos del escalafón. Se ve que era una terna de marcas y de contrastes. Rodolfo Núñez no recordaba a Belmonte, lógicamente, y en cambio recordaba al maestro Manolo Escudero. A semejanza del maestro Escudero, hizo el paseíllo muy solemne y marchoso, tieso como un palo mesana, sin flexionar las rodillas.
Lamentablemente todo el parecido acabó cuando las cuadrillas rompieron filas, pues Manolo Escudero era maestro del lance a la verónica allá por los años 40 (y lo sigue siendo), mientras la verónica no debe de ser el fuerte de Rodolfo Núñez, por lo que se pudo apreciar.
Nuñez es, sin embargo, un buen muletero. Embarcaba largos los derechazos, muy abierto el compás y, claro, con ese compás enorme que plantaba gracias a la longitud de sus piernas, le salían kilométricos. La segunda faena resultó menos redonda que la primera, por no cruzarse. Suele suceder: escasamente cruzados toro y torero, es difícil construir los pases arreuníos y arremataus, según ordena la ortodoxia taurómaca y a la afición complace.
La estatura del Millonario estaba a medio camino entre la de Rodolfo Núñez y la de Luis Delgado. Bueno, tampoco conviene exagerar: estaba más próxima a la de Luis Delgado. El Millonario es un novillero bajo, que honra a su padre, el banderillero del mismo apodo, a quien se parece mucho físicamente. Se parece también en la torería, y ayer la derramó a raudales, poniendo técnica y corazón en cuanto hizo a lo largo de todos los tercios. Precisamente por dejarse ver y consentir en el de banderillas, el primer novillo le cogió de mala manera al reunir un par de dentro a fuera. Lo cual no le arredró para nada; antes al contrario, estuvo bullidor y valeroso toda la tarde, empeñado en cuajar el toreo de escuela, lo que logró en diversos pasajes de sus dos faenas, más ligada. la primera, más reiterativa la segunda, quizá por ahogar las embestidas.
El contraste entre la envergadura de las reses y los toreros bajitos infundía un gran respeto. Ayer salieron torazos en Valdemorillo. A diferencia del bochornoso festejo del sábado, donde sacaron unos animaluchos desmochados para matadores de alternativa, a los novilleros les echaron una auténtica corrida de toros, y la lidiaron con enorme valentía. La actuación de Luis Delgado fue impresionante. Al tercero, bronco e incierto, le dio pases a base de coraje y acabó dominándolo. El sexto tenía una arboladura tremenda y aunque lo campaneó dos veces entre sus astas, Delgado se incorporó sin mirarse y acabó con el animal, que arrepuchaba su cobardía aculándose en tablas. Evidentemente, sólo un gran torero es capaz de crecerse ante el peligro, a la manera de Luis Delgado ayer en Valdemorillo; y ahí quedó eso. De lo que vaya a hacer mañana, Dios dirá.
Babelia
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