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¿Seguirá China siendo comunista?

El autor aprovecha la oportunidad de la visita del primer ministro chino, Li Peng, a España para reflexionar sobre el futuro del régimen comunista. En su opinión, la caída del comunismo en la URSS no implica que en China vaya a correr la misma suerte. Y es que la URSS, señala, no es China. En este último país, a partir de los ochenta, ha habido un impresionante desarrollo económico. Pero la razón más de fondo se halla en las tradiciones culturales chinas, que han permitido crear un peculiar y estable sistema: el confucionismo-leninismo.

Tras la caída del régimen comunista en la ya desaparecida Unión Soviética, una de las grandes cuestiones que se plantean en la política internacional es el futuro de China. A pesar de que en apariencia la estabilidad parece imperar en China -con una economía que crece a un ritmo considerable, con ausencia de signos graves de desorden-, son muchos los que piensan que la República Popular China que fundó Mao Zedong en 1949 está irreversiblemente abocada a una crisis profunda que se vería alentada por el creciente aislamiento del régimen chino tras la caída del comunismo en la Europa del Este y en la URSS.Un esquema de análisis que goza de bastante aceptación considera que las manifestaciones de la primavera de 1989 -que desembocaron en los trágicos sucesos de principios de junio de ese año- revelaron la amplitud de la oposición al régimen chino y de los movimientos favorables a la democratización. Esto era, por otra parte, plenamente lógico, ya que la demanda de democracia era una consecuencia ineludible del proceso de reforma económica que China había emprendido a principios de la década de los años ochenta; se había estado avanzando por el carril económico, pero el estancamiento en el carril político era una fuente de conflicto que estalló abiertamente en 1989. El aplastamiento del movimiento democratizador en ese ano representó el triunfo de los sectores inmovilistas, pero las tensiones siguen vigentes y la crisis será inevitable en el futuro.

Esta interpretación de la realidad china descrita en sus grandes rasgos no es correcta, y existen, por el contrario, sólidas razones para que China continúe evolucionando en el futuro por una senda relativamente estable. Una observación somera de los hechos plantearía contradicciones llamativas a ese tipo de análisis (por ejemplo, si la reforma económica era el primer factor que generaba una aspiración democrática, ¿por qué en las zonas económicas especiales, y en general en la provincia de Cantón, es decir, en aquellas partes en donde la reforma había llegado más lejos y donde el nivel de vida era más elevado, las manifestaciones y las acciones de protesta fueron insignificantes?). Por otro lado, entre la antigua Unión Soviética y China han existido notables diferencias, y es preciso ser muy prudente a la hora de establecer paralelismos. Basta tener en cuenta que mientras la URSS registraba en los últimos años un constante deterioro económico, China conocía desde principios de los años ochenta un impresionante desarrollo económico, con una tasa media de crecimiento del 10% durante la década.'Confucionismo-leninismo'La razón de fondo por la que el regimen comunista chino tiene mucha mayor estabilidad de lo que con frecuencia, y facilidad, se piensa es que el comunismo se fusionó en China con las tradiciones culturales de la nación, creando un tipo de sistema que es específicamente chino y que podría denominarse confucianismo-leninismo. La base de la cultura china desde la antigüedad, el confucianismo, favorece el autoritarismo y la supeditación del individuo a la colectividad, características que pueden observarse tanto en China como en otros países asiáticos de base cultural confuciana, aunque tengan un sistema político distinto al de China.

El elemento diferenciador decisivo del comunismo chino es que, en esa amalgama entre confucianismo y comunismo, el leninismo fue un componente mucho más esencial que el marxismo. El leninismo le resultó al PCCh de enorme utilidad para organizar su lucha para la conquista del poder y, una vez alcanzado éste, para organizar una nación de tanta complejidad y tamaño como la china. El marxismo, en cambio, fue aceptado con una cierta superficialidad. Tras su fundación, la República Popular China siguió un modelo soviético de desarrollo, basado en la estatalización y la planificación. A partir de 1979, sin embargo, y gracias a ese peso relativamente débil del marxismo, China pudo abordar sin traumas un proceso de transformación radical, pasando en un corto plazo de tiempo del radicalismo izquierdista de la Revolución Cultural a una etapa en la que se desmantelaron las comunas, se promovió la propiedad privada, se instauró una decidida política para atraer los capitales extranjeros, mientras Deng Xiaoping proclamaba como consigna de la nueva etapa que "enriquecerse es glorioso".

En resumidas cuentas, el régimen comunista chino tiene unas peculiaridades muy marcadas, que lo diferencian claramente del que tenían los países del Este europeo y la Unión Soviética -y lo acercan mucho más de lo que externamente se podría pensar a los regímenes políticos de otras sociedades asiáticas de base cultural confuciana, como Singapur o Taiwan-. Una de las consecuencias de esta especificidad es que el propio carácter socialista de la República Popular China puede ser objeto de matizaciones significativas. China es un país en teoría socialista y en el que gobierna el Partido Comunista Chino, pero un 70%-80% de la población, por ejemplo, vive en el campo, trabajando en una agricultura que desde la desaparición de las comunas y la distribución de la tierra entre los campesinos está organizada en explotaciones familiares cuyo funcionamiento está muy próximo al de la propiedad privada. La propiedad privada en la industria se ha expandido de forma muy notable, en primer lugar mediante la presencia de unas 20.000 empresas extranjeras que se han implantado en el país. En los servicios también ha habido, al calor de la política de liberalización, un gran crecimiento de la propiedad privada. En lo que se refiere a la distribución de lo producido, una considerable proporción (probablemente más del 50%; existen respecto a estas mediciones problemas estadísticos), y que va creciendo de año en año, se comercializa a precios libres de mercado. Por su estructura de propiedad, por el papel que desempeña el mercado, la economía china, por tanto, no puede ser calificada sin más como socialista. En una apreciable medida se ha acercado al capitalismo, ha introducido los mecanismos de las economías de mercado, y lo que sí está claro es que la tendencia ha sido y sigue siendo hacia la profundización en este camino.El papel del PCCh

Las manifestaciones de la primavera de 1989 no fueron mayoritariamente manifestaciones contra el régimen político chino, por mucho que así las quieran presentar las interpretaciones románticas sobre la realidad china -con un romanticismo similar, por ejemplo, al que en el pasado se aplicó para admirar a Mao y a la catástrofe de su Revolución Cultural, en la que cientos de miles de chinos padecieron una persecución violenta y destructiva-. Las manifestaciones de 1989 constituyen sin duda un fenómeno complejo y difícil de analizar, pero en su trasfondo se encuentra fundamentalmente el malestar provocado por una serie de efectos indeseados de la reforma, como la inflación, la corrupción o los desequilibrios en la distribución de la renta. El partido comunista, pese a los errores cometidos en las cuatro décadas que ha gobernado en China, continúa teniendo unos activos muy importantes frente al pueblo chino. El partido comunista terminó con una larga y convulsiva crisis de la historia china, unificó el país y lo convirtió en una gran potencia mundial, lo liberó de la dominación exterior, le ha dado en fin a cerca de 1.200 millones de chinos un nivel de vida digno, que contrasta con el de otras naciones del Tercer Mundo (en primer lugar con el de su vecina India).

El comunismo chino absorbió la cultura tradicional china y se halla integrado en una cultura con muchos siglos de existencia. La economía se ha modificado de forma que ha perdido gran parte de lo que podría considerarse carácter socialista, sin que se haya transformado sustancialmente el sistema político. El proceso de reforma económico ha tenido un éxito incuestionable, situando a China en una senda. estable de desarrollo y facilitando un gran aumento en el nivel de vida. En comparación con la antigua URSS podrían seguir mencionándose muchas otras diferencias, como el alto grado de homogeneidad nacional que existe en China, frente a la crisis de nacionalidades que estalló en la URSS. Para los chinos, la desmembración de la URSS es motivo de enorme fuerza para restar atractivo a los cambios que aquélla ha experimentado, puesto que en la historia de China desmembración se asocia a decadencia y crisis.

Resulta obvio que la comunldad internacional debería ser la primera interesada en que China no entrara en un proceso de inestabilidad y desorden. Con el volumen de población que tiene esta gigantesca nación, las consecuencias de un proceso de inestabilidad -sobre la emigración, sobre la paz en el continente asiático, etcétera- podrían ser de incalculable gravedad. La historia del mundo en estos últimos años nos ha enseñado lo dificil que es hacer previsiones, y que aquello que parece hoy día imposible puede suceder en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, y a salvo de estos imponderables, existen numerosas razones para pensar que, en contra de los pronósticos fáciles que tanto abundan, los factores de estabilidad del régimen político chino presentan una considerable solidez.

fue consejero comercial de la Embajada de España en Pekín y es autor del libro Reforma y crisis en China (Arias Montano Editores, Madrid, 1991).

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