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10 ex repúblicas soviéticas ingresan en la CSCE

Soledad Gallego-Díaz

Diez nuevos Estados independientes, cinco de ellos de cultura musulmana y situados geográficamente en plena Asia central, fueron admitidos ayer corno miembros de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), el foro destinado por excelencia a promover la seguridad y el respeto de los derechos humanos. Las fronteras de la CSCE se extienden ahora hasta las mismas puertas de la República Popular China.

ENVIADA ESPECIALAl mismo tiempo, los ministros de Asuntos Exteriores decidieron cambiar una de las reglas básicas del funcionamiento de la conferencia, el consenso, y aceptar que "en caso de violaciones claras y graves de los compromisos sobre derechos humanos, democracia e imperio de la ley", la CSCE pueda adoptar medidas políticas sin el consentimiento del país afectado. Es la famosa fórmula consenso menos uno propuesta por Alemania.La extraordinaria ampliación no alcanzó, sin embargo a las repúblicas de Croacia y Eslovenia, a las que se concedió sólo el estatuto de observador. Las dos repúblicas, que cuentan con el apoyo decidido de Alemania, terminarán entrando, pero por el momento resulta imposible, dado que Yugoslavia sigue siendo miembro de la CSCE y que la conferencia está implicada, precisamente, en una tarea pacificadora.

Probablemente, ninguna de las personalidades que lanzó en 1972 el proceso de Helsinki, que finalizó tres años después con la creación de la CSCE, soñó nunca con llegar a tener 48 miembros. Su espectacular extensión se debe a la desintegración de la Unión Soviética. De allí proceden los nuevos países admitidos: Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Armenia, Azerbaiyán, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán, Turkinenistán y Uzbekistán.

Para todos ellos supone su primer reconocimiento como Estados independientes por parte de un organismo internacional. La Federación Rusa ha ocupado sin más la plaza de la extinta URSS, y las tres repúblicas bálticas, Lituania, Letonia y Estonia, fueron ya admitidas en septiembre del año pasado. Sólo queda fuera Georgia, a la espera de que se resuelva su guerra civil. La importancia de esta apertura a Oriente fue resaltada por el presidente de Checoslovaquia, el dramaturgo Václav Havel, en su discurso de bienvenida. "Europa está ahora conectada no sólo con el continenteamericano [EE UU y Canadá son también miembros de la CSCE], con el que tiene los lazos de una civilización común, sino igualmente con una gran parte de Asia, con la que asimismo ha compartido significativos momentos de su historia, su política y su economía".

El secretario norteamericano de Estado, James Baker, se felicitó también por la presencia de estas repúblicas asiáticas, a las que, dijo, la CSCE debe ayudar para que se conviertan en auténticas democracias. EE UU ha defendido con uñas y dientes un ingreso rápido, porque todos los firmantes se comprometen a respetar los acuerdos sobre control y reducción de armamento.

Las felicitaciones y bienvenidas no ocultaron una realidad menos brillante: con el incremento a 48 miembros, y otra ampliación en puertas, cuando se llegue a una solución en la crisis yugoslava, los actuales mecanismos de funcionamiento de la CSCE son absolutamente inoperantes, y la conferencia corre el riesgo de convertirse en un foro en el que se discute pero no se decide.

Fin del consenso

Los pesos fuertes de la CSCE, conscientes del peligro, han conseguido imponer en la reunión de Praga la ruptura de la regla del consenso. El conflicto de Yugoslavia ha demostrado que un solo país, ejerciendo el derecho de veto, puede casi paralizar toda la conferencia. A partir de ahora, aunque el interesado se niegue, los demás países podrán acordar medidas de sancion y presion. La decisión podrá ser adoptada por el propio Consejo de Ministros o por el Comité de Altos Funcionarios, que ve así reforzadas sus competencias. "Éste es un tímido primer paso", afirmó el ministro español de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, "pero abre una puerta importante para conseguir un organismo capaz de funcionar".La posibilidad de reforzar estas "medidas políticas" con una acción militar no consiguió, por el contrario, el apoyo necesario. Algunos países, como Alemania, desean que la CSCE se dote de una especie de cascos azules capaz de pacificar zonas en conflicto. Otros, como España, creen que existirán enormes dificultades para poner efectivamente en marcha algo semejante y que sería más eficaz renunciar a una fuerza propia y encargar ese trabajo a algunos de los organismos internacionales que ya existen, como la Unión Europea Occidental (UEO).

El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher, defendió la existencia de los cascos azules europeos e incluso realizó una nueva propuesta que sorprendió a sus colegas: la creación de cascos verdes, una especie de fuerza ecologista capaz de defender, dijo, las bases de la vida y hacer frente a posibles desastres contra la naturaleza.Tanto una como otra posibilidad tendrán que ser discutidas en la cumbre de jefes de Gobierno, Helsinki II, que se celebrará el próximo mes de julio en la capital finlandesa. Lo importante, según resaltó el ministro italiano de Exteriores, Gianni de Michelis, en su intervención, es que se está creando un nuevo orden internacional y que ese nuevo orden tiene dos niveles: el regional y el mundial. "Estamos en un momento decisivo", explicó Fernández Ordóñez. "En Helsinki tiene que nacer una nueva CSCE con nuevas instituciones, como una corte de arbitraje capaz de ayudar a la solución de los conflictos que se vayan planteando".

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