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Tribuna
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La muerte

La pena de muerte se cierne en Cuba sobre conjurados anticastristas que han causado daños y muerte, y una vez más se plantea en todas las posiciones ante el castrismo una escandalosa algarabía. Mientras conspicuos liberales ven la pena de muerte en Cuba y no la ven en Estados Unidos, donde también se aplica, no menos conspicuos izquierdistas partidarios de los derechos humanos en todas partes cierran los ojos ante la pena de muerte usada en Cuba como instrumento defensivo de la revolución. Sensibles como somos a los recortes de libertad dentro de los paises amados democráticos, ¿nos está permitido cerrar los ojos ante la estúpida arbitrariedad de hacer comer a una escritora su disidencia o ante la discutible teorización sobre derechos humanos que una y otra vez se introduce en el discurso de los dirigentes cubanos?La revolución cubana merece sobrevivir sobre el consenso del pueblo y con el apoyo de quienes la hemos considerado durante 30 años un duro punto de referencia, cuyos defectos en primera instancia se justificaban por el bloqueo padecido y el hostigamiento constante de Estados Unidos. Y porque merece sobrevivir no puede entrar en el juego de suscitar insumisiones que precisen represiones y acabar siendo la pesadilla de una minoría bunkerizada sobre la desidia de una mayoría desencantada. Porque eso es precisamente lo que está esperando el portaaviones de Miami para una invasión que no tendrá por qué ser militar si la propia revolución se suicida a base de golpes de bumerán.

La pena de muerte es reaccionaria y sólo admite coartadas religiosas. Todo materialista positivo, y mucho más en tierras de bolero, sabe que se vive solamente una vez y que cuando quitas a alguien la vida no lo entregas a la cata redentora de los dioses, sino a la cata de los gusanos.

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