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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A ritmo de fado

PORTUGAL ASUME por primera vez la presidencia de la Comunidad Europea, con una agenda apretada y los deberes marcados para el semestre. La cumbre de Lisboa, a finales de junio, con la cual se cerrará el semestre de presidencia portuguesa, no será sino la plasmación de los acuerdos tomados por los Doce el pasado 10 de diciembre en el Consejo Europeo de Maastricht. El Tratado de Unión Europea necesita todavía concretar los intereses comunes de la futura política exterior y de seguridad común de los Doce, y, especialmente, la CE tiene que definir una estrategia sobre la ampliación.Aun en la hipótesis del ingreso gota a gota de nuevos socios -primero los países de la EFTA y, a un plazo imprevisible, algunas de las nuevas democracias ex socialistas del Este-, la CE no tendrá más remedio que definir un cuadro común para la adhesión dentro de un esquema que incluya la unión política y monetaria y una profunda reforma institucional a plazo -a concretar en 1996, con ocasión de la revisión del nuevo tratado- porque la Unión Europea no podrá funcionar sin nuevos mecanismos de decisión que la conviertan en una organización manejable. La presidencia portuguesa tendrá que trabajar a la vez en posibilitar acuerdos que permitan gestionar el interregno en el que la CE de 12 o 14 miembros seguirá siendo el polo de atracción de Europa.

El Gobierno portugués se ha preparado para el liderazgo de los Doce con esmero, pero lo esencial de su protagonismo dependerá de lo que exijan los acontecimientos externos y del calendario que la propia Comunidad tiene fijado. Al margen de la Unión Europea, el nuevo tratado que dotará a la CE de mayores competencias y abrirá el camino de la unión política y de la cooperación judicial y policial, los Doce tienen la asignatura pendiente del mercado único. Faltan 50 directivas para ultimar una reforma que abolirá las fronteras comerciales dentro del espacio comunitario, y Portugal aspira a rematar la faena para dejar a los Doce el tiempo suficiente para el traspaso de normas comunitarias a las legislaciones nacionales de forma que el 1 de enero de 1993 el mercado único nazca puntual.

Pero el especial sello portugués, la posibilidad de que la música de la CE incorpore un ritmo de fado, se producirá con una de las tareas asignadas en Maastricht, para la cual la presidencia portuguesa sólo tiene un margen de tres meses de trabajo. Portugal está abocado a convocar una cumbre especial en abril para definir las nuevas perspectivas financieras de la CE que marcarán la capacidad de actuación en el periodo 1993-1997.

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La nueva filosofía de solidaridad en la que los países ricos pagarán más a los más atrasados de la CE tiene en Portugal uno de sus máximos defensores porque, junto a España, Grecia e Irlanda, forma parte del grupo de beneficiarios. El ingreso. de España y Portugal en la CE hizo posible un principio de cooperación entre vecinos que han vivido de espaldas por los recelos que provocó una unidad política imposible.

La batalla de la cohesión es una gran oportunidad para reforzar la cooperación entre los dos países. Portugal y España no sólo tienen intereses comunes, sino que con la desaparición de sus fronteras económicas han perdido a la vez la excusa histórica que les mantenía separados.

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