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Los, procesados, se acusan mutuamente de inducir al exorcismo del Albaicín

Los principales procesados en el juicio del exorcismo del AIbaicyn, en el que falleció Encarnación Guardia, se acusan mutuamente de índucir al ritual satánico. Familiares de la víctima responsabilizaron ayer a Mariano Vallejo, El Pastelero, que a su vez, culpó a la fallecida.

En las sesiones del juicio celebradas hasta ahora nadie ha querido asumir la responsabilidad de la muerte de Encarnación Guardia, propiciada por la ingestión de abundante sal y de brutales maniobras en su cuerpo durante un terrible ritual iniciado el 30 de enero de 1990. Las versiones de las acusadas Isabel y Enriqueta Guardia, primas de la fallecida, estuvieron pobladas de titubeos y rectificaciones tras ser asediadas, principalmente, por la defensa de Josefa Fajardo, sobrina de Encarnación.

Josefa Fajardo también participó en los hechos, aunque se incorporó al ritual algunas horas después de haberse iniciado el exorcismo.

La fase actual de los interrogatorios pretende dilucidar si la principal responsabilidad del crimen recae sobre Josefa o sobre Mariano Vallejo, El Pastelero, que dirigió la sesión como maestro de ceremonias.

Isabel y Enriqueta Guardia recondujeron sus declaraciones iniciales, en las que atribuían mayor culpabilidad a Josefa por haber destrozado los genitales de la víctima, para finalizar acusando en primer término a Mariano Vallejo, El Pastelero.

Las procesadas aseguraron que Vallejo dirigió el ritual, golpeó reiteradamente a Encarnación, manipulé su vagina y su ano e intentó extraerle un hipotético feto demoniaco que resultó ser una almorrana. También dijeron que Mariano Vallejo fue el encargado de suministrar a la fallecida, obligándole a ingerirlos, los brebajes que acabaron con su vida, compuestos por fuertes dosis de sal y otros productos.

Las declaraciones efectuadas hasta ahora van conformando un entramado de acusaciones en las que El Pastelero aparece como el principal inculpado. De ellas se deduce que éste convocó a las asistentes al exorcismo, ordenó la sesión, impidió que el ritual se interrumpiese cuando Encarnación ofrecía ya un claro mal estado y se encontraba fuera de sí, y mandó proseguir "hasta el final", además de que le infliÉió sucesivos malos tratos.

La defensa de Josefa Fajardo pretende establecer que ésta actuó por imperativo de El Pastelero, al manipular también los genitales de Encarnación, y que, en caso de fracasar la sesión por no conseguir extraer el demonio del cuerpo de la exorcizada, su defendida estaba destinada a ser la siguiente víctima.

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