Corcueridades
He dejado pasar algunos días a la espera de que las mentes más preclaras y posclaras del lugar sacaran consecuencias de dos historias andaluzas que se convirtieron en noticia: la paliza recibida por un primo de Antonio Muñoz Molina por no llevar carnet de identidad y la acción de los hombres de Harrelson allanando un piso sevillano sin otra encomienda que la sospecha de una vecina. En los dos casos, los primeros moralizadores comentaron: y eso que aún no se ha aprobado la ley Corcuera.Si el muchacho andaluz repugnantemente maltratado por la prepotencia de un policía de estar por casa no hubiera tenido un primo que le escribiera y que ese primo fuera nada menos que Antonio Muñoz Molina, su peripecia habría ido a parar como una mas a la Historia Universal de la Infamia Anónima. Yo he visto al pie de la cuneta a adolescentes abofeteados porque les faltaba un carnet o algo a sus pequeñas motocicletas, adolescentes que se habrán metido las bofetadas donde les quepan o las conservarán como evidencias de que se nace para dar bofetadas como se nace para recibirlas. Ahora bien, los señores Mohedano y Corcuera insisten en que partimos del prejuicio de que aún nos enfrentamos a una policía franquista, sin atender a la evidencia de que hay una cultura de la represión prepotente que fue prefranquista y es posfranquista.
Si no se hubiera glosado tan indiscriminadamente la colaboración ciudadana para la detección de terroristas, la suspicaz vecina sevillana se habría contentado aquel día con recomendar su detergente a su vecina y no hubiera imaginado demasiado a partir de una matrícula- de Bilbao y unos jóvenes sin corbata. Si vecinas de este tipo van a ser las que pongan alas en las patadas en la puerta de la ley Corcuera-Mohedano, que vaya con cuidado el propio Corcuera, porque tiene cara de sospechoso, y yo de sus vecinos le denunciaría.
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