Anillos enigmáticos

Enriquecedora y gratificante esta segunda muestra del chileno Patricio Farias (Santiago, 1940), tras un silencio expositivo que ya estaba próximo al trienio. Enriquecedora por cuanto ha supuesto de quiebro, ruptura y profundización con toda una serie de elementos anecdóticos y literarios -acaso explicables por la mayoritaria dedicación del artista a la creación calcográfica y dibujística hasta hace escaso tiempo- que, como acertadamente señala Vera Guerra en el texto introductorio, desde un cierto puritanismo, pesaba sobremanera en sus trabajos anteriores.Y, jugando con las palabras, es precisamente en la lucha por escapar de tal lastrante condición que Farias viene ahora a centrar su trabajo en la ligereza. Una ligereza que, como condición y núcleo predominante, por más que sea afín prácticamente a todo el conjunto, cada una de las obras, separadamente se encarga, a la vez que de manifestar, de enriquecer por otros cauces particulares.

Es en este sentido que las cuatro piezas que conforman la muestra, desarrollan, en lo formal, ya no sólo un estricto problema escultórico como es la idea de flotación, sino otra suerte de derivaciones desde, por ejemplo, su externa disposición y con figuración modular o, en esta línea, desde lo repetitivo de sus estructuras anulares internas. Y en este punto entre lo superficial y lo interiorizado en que se sitúan los trabajos, ya no late única mente un acierto estrictamente factural, sino precisamente la perenne batalla y el eterno problema de cómo exteriorizar lo interno de cada uno.

Farias, pues, deja el trabajo en ese punto intermedio que es umbral de los críptico y lo virtual al tiempo, insinuando en sus seres no sólo la pericia de su creador en dotarlos de alas, sino, y ahí radica el interés mayor, mostrándo el esqueleto que los anima. Situándose, entonces, en algo que podríamos llamar "condición radiográfica", diáfana percepción de opacidades, la creación en piezas exhibidas nos mantiene sujetos a una génesis primera en el cual, tanto los parámetros perceptivos habituales como aquellos datos externos que los conducen, cobran enigmática e inquietante veracidad.

Y en este ya no tan lúdico estado, el canto de cisne que suponen el deleite con las tersas, superficies que los, recubren o la elegancia de los pulquérrimos e inmaculados acabados, los continentes de Farias se llenan, ahora plenamente, de contenido a todos los niveles.