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Los equivocados compañeros de viaje de Bush

Ya antes de llegar a Japón, el presidente Bush partió con una considerable desventaja en su intento por acabar con el creciente desequilibrio comercial entre Estados Unidos y Japón. Al decidir incluir en su comitiva a un equipo de presidentes de empresas estadounidenses de élite con elevadísimas retribuciones, ha despertado serias dudas, lo mismo entre los norteamericanos que entre los japoneses, acerca de a quiten representa en su viaje.Rodeándose de presidentes de empresas cuyos salarios y beneficios exceden con mucho a los de sus colegas japoneses, ¿qué mensaje ha podido transmitir el presidente en sus conversaciones con las autoridades japonesas? ¿No debería más bien haber realizado este viaje como emisario de los millones de norteamericanos que se enfrentan al desánimo, al paro, a la pérdida de expectativas y a las tensiones sociales, sumergidos como están en una prolongada recesión?

Para alcanzar el éxito en su misión comercial, el mensaje debe ser muy claro a los japoneses, un mensaje centrado en los pasos que los estadounidenses vamos a dar para lograr la recuperación de nuestra economía nacional y en las medidas concretas que nuestras dos naciones deben adoptar para disfrutar de los beneficios que reportaría a ambas partes una relación comercial fuerte y equilibrada.

El presidente debe decir que los estadounidenses estamos preparados para llevar a la práctica los cambios necesarios para contrarrestar los errores de las políticas económicas del pasado. Anunciar que por fin estamos preparados para afrontar el hecho de que nuestra fuerza laboral no posee el nivel de preparación adecuado, de que nuestra infraestructura se está deteriorando y de que nuestra industria no realiza las inversiones precisas en investigación y desarrollo.

Abandono crónico

El presidente no debería perder de vista el hecho de que el deterioro de nuestra economía es el resultado de una política fiscal irresponsable y de un abandono crónico. Como consecuencia, Estados Unidos ha pasado de ser el mayor acreedor del mundo a ser el mayor deudor. Y, lo que quizá sea peor de todo, no parece que Washington esté decidido a poner en práctica las dolorosas medidas que se necesitan para salir de la crisis.

El presidente puede dar una prueba de la seriedad de sus intenciones mostrando su determinación de impulsar un cambio de rumbo en la economía de este país. Creo que él sabe que mientras los estadounidenses no convirtamos inequívocamente en objetivo nacional la tarea de renovar la economía del país, no se nos tomará en serio cuando insistamos ante los japoneses para que se pongan a trabajar con el fin de corregir el desequilibrio.

Pero el presidente debe también dejar claro que Estados Unidos no estará en condiciones de reconstruir su economía a no ser que disminuya su formidable desequilibrio comercial con Japón. Combinando un plan para renovar la economía nacional con una nueva estrategia para equilibrar la balanza comercial, Bush debe hacer ver a los japoneses que hemos renunciado al fácil recurso a las restricciones aduaneras unilaterales y autodestructivas. Restricciones que, por otra parte, probablemente empeorarían nuestra relación comercial en lugar de mejorarla.

Debe insistir en que se equilibre la balanza comercial y presionar a los japoneses para que demuestren su buena fe dando de inmediato los pasos para que se abran más parcelas de sus mercados a los productos norteamericanos. Bush debería solicitar que Japón y Estados Unidos desarrollen conjuntamente un calendario de medidas para eliminar el desequilibrio comercial, sobre todo en el sector automovilístico y en el de los componentes de automoción, que suponen un porcentaje abrumador del mencionado desequilibrio y que siguen aumentando día a día.

El presidente debe obtener también un compromiso por parte de los japoneses en cuanto a la liberalización de los sistemas de abastecimiento del Gobierno y de distribución, abriendo de esta manera mercados a la competencia legítima de Estados Unidos. Los norteamericanos y los japoneses se dan cuenta de que es necesario trabajar conjuntamente para resolver el desequilibrio -y para evitar las consecuencias de un fracaso-.

Está claro cuál es su objetivo: culpar a Japón. Si el presidente hiciera público un plan para que nosotros, por nuestra parte, iniciáramos una serie de acciones sobre la economía nacional y solicitase al mismo tiempo que Japón también actúe, se podría evitar un giro semejante de los acontecimientos, acelerando asímismo la cooperación en otros terrenos, como tecnología, medio ambiente, telecomunicaciones, sanidad, y fomentando el crecimiento económico de los países menos desarrollados.

Verdaderamente, es responsabilidad de nuestras dos naciones, como cabezas de la economía mundial, el no hacer mal uso de nuestra colosal influencia y poder, sino usarlos en beneficio del mundo entero.

Estados Unidos y Japón comparten la relación bilateral más importante del mundo actual. Los dos juntos sumamos cuatro décimas partes de la economía mundial. Ocupamos el primer puesto en ayuda a otras naciones y en todos los sectores de tecnología punta.

Si reforzáramos el liderazgo que. compartimos en el, terreno tecnológico uniéndonos decididamente para mantener la superioridad que ya poseemos por separado, podría bastar para aseguramos una inmensa influencia en el mundo. Nos proporcionaría oportunidades en los años venideros.

es gobernador del Estado de Nueva York.

Copyright 1992, New Perspectives Quarterly. Distribuido por Los Angeles Times Syndicate.

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