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Los taiwaneses debaten su futuro con China

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIAL, Los 566 ancianos parlamentarios que en 1949 huyeron de Nanking a la isla de Taiwan acompañando en su derrota al generalísimo Chiang Kai-chek han sido jubilados por decreto con una pensión de 20 millones de pesetas. Ocuparán sus escaños en la Asamblea Nacional los diputados de una nueva generación elegidos en las elecciones generales de¡ sábado. Taiwan prospera y renueva su clase política, pero el problema de fondo continúa siendo el mismo: independencia, reunificación o la ambigua coexistencia de los últimos años con China, empeñada desde hace cuatro décadas en la recuperación a cualquier precio de la provincia renegada.

El Gobierno de Taipei, cuyo presidente, Hau Pei-tsun, piensa regresar triunfante a su tierra natal dentro de cinco o diez años -"cuando se desplome del comunismo chino", dice-, reclama todavía su asiento en la ONU y la soberanía de China, perdida cuando los revolucionarios armados de Mao Zedong cruzaron el río Yangtsé en 1949 y forzaron el exilio del Gobierno de Chiang Kai-chek en la isla subtropical, habitada por más de 20 millones y distante unos 200 kilómetros de la costa, este china. "En 1997, después de que Londres haya devuelto Hong Kong a China, Pekín volverá los ojos hacia nosotros, y toda su fuerza estará dirigida a conseguir nuestro definitivo aislamiento político", diceTammy Chen, un emprendedor ejecutivo de una,agencia de viajes, nacido en la colonia británica de padres emigrados de China y establecido en Taiwan en previsión de una evolución incierta en la colonia.Las elecciones generales celebradas en Taiwan -en las que el partido gobernante, Kuomintang (KMT), celoso guardián del legado del generalísimo, logró el 71% de los votos- aseguran la política moderada y la continuidad de un régirrien que se arma hasta los dientes para repeler una eventual invasión por parte del Ejército de Deng Xiaoping; acepta la solución de un país, dos Gobiernos, y favorece un creciente comercio indirecto y la inversión bancaria en el territorio de su poderoso enemigo. Pekín y Taipei coinciden en la reunificación nacional como objetivo, pero dos sistemas políticos enfrentados, rencores y agravios aún vivos y el desigual grado de desarrollo y pensamiento de ambas sociedades impiden la conclusión de este propósito. La espinosa cuestión no parece preocupar a la mayoría de los taiwaneses, interesados principalmente en la ampliación de sus negocios, ya sean puestos de frituras o factorías de semiconductores.

Recorte al independentismo

La consulta que ha conformado una nueva Asamblea Nacional, protestada como descaradamente parcial por la oposición, recorta el espacio político del independentismo del Partido Democrático Popular (DPP) (23% de los sufragios), pero, por primera vez en cuatro décadas, obliga a los diputados del Gobierno a suscribir alianzas para lograr el 75% de los votos necesarios en cualquier enmienda constitucional. Un triunfo, aunque fuera pura ficción política, de la formación separatista y la proclamación constitucional de la independencia de Taiwan hubiera tenido consecuencias imprevisibles. "Quien juega con fuego acaba quemándose", había advertido el presidente chino Yang Shankun cuando el ruido independentista cruzó el estrecho.Mientras las operaciones comerciales entre empresarios de China y Taiwan crecen con el consentimiento de ambos Gobiernos -compañías de la isla invirtieron 2.000 millones de dólares (unos 200.000 millones de pesetas) en restaurantes, tiendas y otros proyectos del sureste chino durante el pasado año-, el partido de Chiang Kai-chek no desatiende el reforzamiento militar. China nunca ha descartado el uso de la fuerza para rendir Taiwan, que mantiene el nombre de República de China, y dispone para ello de un Ejército de más de tres millones de hombres y un gran arsenal. Sin embargo, sus tropas están peor equipados que los aproximadamente 400.000 soldados y 1,6 millones de reservistas taiwaneses distribuidos en tres ejércitos dotados de misiles y dispositivos bélicos de una gran capacidad.

Taiwan, que promovió una política de acercamiento a Pekín a mediados de los años ochenta, se ha opuesto, sin embargo, a las inversiones industriales en China por considerar que perjudican sus intereses políticos. Yu Tzong-shian, presidente del Instituto de Investigación Económica Chungua, cree que es factible una zona de colaboración económica entre Taiwan, Hong Kong y China. "Con arreglo al principio del mutuo beneficio, hay un campo importante de colaboración", dice. "Esta cooperación en una especie de mercado común chino reduciría las tensiones a ambos lados del estrecho".

El pragmático liberalismo económico de Pekín y la necesidad de supervivencia de Taiwan parecen favorecer lazos más estrechos en el mundo de los negocios y, consecuentemente, entre las dos comunidades enemistadas. China ha expresado su interés en la colaboración, y Taiwan ha aceptado el envite.

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