El alcohol y los jóvenes
Escribo esta carta después de leer la columna que publica su diario del 26 de noviembre de 1991 sobre el alcohol y los jóvenes. Pero es algo que quería hacer desde hace tiempo. Yo he sufrido el infierno del alcohol y he tenido la gran suerte de darme cuenta de que, después de un tiempo de ser un bebedor social, me estaba convirtiendo en un adicto al alcohol, aunque no quería pensarlo o tan sólo lo hacía tras un desastre o una espantosa resaca. He llegado a esta conclusión y eso me ha salvado, por ahora.Vivo por la zona de Tribunal y todos los fines de semana veo cómo muchos jóvenes compran sus botellas de licor y el poco tiempo que tienen para divertirse lo utilizan para embriagarse de una forma rápida, y lógicamente algunos de ellos acaban por los suelos o cometiendo pequeñas fechorías, pues los efectos de esta droga pueden llevar a cualquiera a cometer un acto irresponsable, sucesos que luego ni recuerdas. Yo también he hecho estas cosas y por tanto no quiero señalar a nadie, sino simplemente me gustaría que mi experiencia pueda servirle a alguien, joven como yo o menos joven. Este horror no hace distinciones de edad ni sexo.
El alcoholismo es una enfermedad progresiva, cuando te coge ya no vuelves a beber normalmente. Buscas los efectos, te cambian la personalidad y los esquemas mentales con unas cuantas copas, te vuelves agresivo o depresivo. Yo también comencé a beber para ser más simpático, para ligar, porque era cosa de hombres o simplemente porque era fin de semana, pero pasado un tiempo empecé a beber por necesidad, todo giraba en tomo al alcohol, aunque sus propios efectos me impedían pensar en ello. Afortunadamente he logrado salir de este horror y parar a tiempo, después de perder familia, amigos, trabajos y mi propia dignidad.-