El error de Popper
Todos cometemos errores. "Mi oponente está en el error, según mi verdad, pero yo también estoy en el error": la nueva ética que nos pone a todos en plano de igualdad. Maravilloso: no puede extrañar la acogida clamorosa de los intelectuales que le escucharon el 28 de octubre en la Complutense.Pero... también Popper cae en el error. El error de Popper es que no todo el mundo cae en el error (será por aquello de que toda regla tiene su excepción). Hay alguien que, no solamente no está en el error, sino que es imposible que caiga en él. Señores, descúbranse ante la Iglesia católica: ¡es infalible! Ninguna otra entidad a lo largo de toda la historia de la humanidad ha desarrollado dogmas. La Iglesia sí, y entre ellos, el de su propia infalibilidad.
Sus teólogos se encargan de blanquear los más flagrantes absurdos, que pueden resumirse en que "la santa madre Iglesia está en este mundo, pero no es de este mundo". Gracias a este aforismo suyo y siempre que le ha convenido, ha podido desarrollar durante tantos siglos una serie de logros (nunca errores): mitos y ceremonias mágicos, riquezas inmensas, acumulación de poder, guerras sin cuento, aniquilación de pueblos, imposición de sus moralinas, anulación de vountades, quema de herejes, represiones por doquier... La verdad, la única verdad, es la suya, y quien la obedece está en el recto camino. Todos los demás vegetamos penosamente en el error: formamos las inmensas y nutridas filas de la regla general de Popper. Aunque, si bien se mira, contentos debemos estar de que, gracias al creciente laicismo de Occidente, ya no domina la Iglesia a las naciones, su inseparable brazo secular de antaño: a pesar de nuestros errores nos hemos librado de la hoguera.
Prefiero a Popper que a Wojtyla.-Emilio Quílez Royo.
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