Los gustos de Pérez de Ayala
Tras exhibirse en Granada, corriendo a cargo de la organización Fundación Rodríguez-Acosta y la Caja General de Ahorros de Granada, se presenta ahora en Madrid la muestra Ramón Pérez de Ayala y las artes plásticas, según el proyecto y la realización de Eduardo Quesada, su comisario. Reúne la exposición medio centenar largo de obras de algunos de nuestros más significativos artistas finiseculares, entre los que hay que destacar a Sorolla, Rusiñol, Zuloaga, Anglada Camarasa, Rodríguez-Acosta, López Mezquita, Romero de Torres, Viladrich, Anselmo Miguel Nieto, Gutiérrez Solana, Julio Antonio, lo que no sólo ha supuesto reconstruir el entorno de amistades y admiraciones artísticas del gran escritor asturiano, sino, a través del mismo, el de una selectísima representación de nuestro efectivamente mejor arte finisecular.Es preciso elogiar el suntuoso y completo catálogo que la acompaña, porque, además de las calidades específicas que posee como tal catálogo, tiene el extraordinario valor añadido de haberse en él compilado los escritos sobre artes plásticas de Pérez de Ayala, cuya importancia e interés no es necesario ponderar.
Ramón Pérez de Ayala y las artes plásticas
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcalá, 13. Madrid. Hasta el 10 de diciembre.
En cuanto al contenido de la exposición, al margen del interés documental de haber reconstruido ese entorno artístico amistoso de Pérez de Ayala -y digo amistoso porque su relación con pintores y escultores contemporáneos era el afectivo y respetuoso que siente un artista por sus iguales-, supone recrear las líneas maestras del gusto artístico de la Generación del 98. En este sentido, comprobamos las afinidades que al respecto vuelven a ligar a Pérez de Ayala con Ortega y Gasset, Valle-Inclán, Marañón y la mayor parte de los ilustres miembros de este grupo de contemporáneos cuya influencia ha gravitado sobre la conciencia intelectual y moral de los españoles a lo largo del siglo XX.
Cosmopolita, refinado, liberal y dotado con una muy esmerada formación cultural, que, entre otros casos, le llevó a asistir a las lecciones del mismísimo Wolfflin, en Múnich, es cierto que la posición artística de Pérez de Ayala concierta mejor con la de Ortega que con la intempestiva de Unamuno -que elogiaba el franciscanismo de Regoyos frente a la lascivia de Sorolla- o la exaltadamente vanguardista del primer Maeztu -fascinado ante la dimensión abstracta, puramente matemática, del cubismo-, pero como le ocurrió a Ortega, que, no obstante, escribió uno de los mejores tratados contemporáneos sobre el significado de las vanguardias históricas, nunca se sintió a gusto entre estos pintores iconoclastas.Reivindicar hoy a Sorolla, Zuloaga o Julio Antonio frente a Picasso, Miró o Julio González es sencillamente un despropósito, como lo será extrapolar anacrónicaniente positivos valores locales contra otros universales. La gloria de los primeros no debe pasar el absurdo examen comparativo de justificarse con la de los segundos. La exquisitez, el acertado criterio local y hasta las muy buenas razones que civilizadamente Pérez de Ayala demostró y esgrimió en defensa de las excelencias artísticas de sus amigos no posee otro mejor aval que lo que se puede ahora contemplar en esta estupenda exposición, cuya selección de obras ha sido esmerada.
Babelia
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