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Tribuna
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Trampas

Rosa Montero

Se veía venir. Estaba claro que Hassan II no se iba a resignar con lo del Sáhara y que iba a echar mano de todo su arsenal de trucos selectos: ases marcados, naipes escondidos hasta en los calcetines, mangoneos refinados, birlibirloques varios. Se veían venir, en fin, nubarrones sucísimos y horizontes vitriólicos.Pero aun temiéndote lo peor, con este monarca siempre te quedas corto. Verán, es la primera vez, que yo recuerde, que la ONU se ha visto implicada en un escándalo de supuesta corrupción. La primera vez que funcionarios de las Naciones Unidas son acusados de haber filtrado información secreta: datos confidenciales sobre el Sáhara que han llegado milagrosamente hasta las orejas marroquíes. Se diría que el brazo de Hassan es muy largo y muy negro. O quizá muy verde: del color de los dólares. El asunto ha conseguido enfangar el crédito de una organización que hasta ahora era moralmente respetada. Todo un logro histórico de la marrullería.

Y visto este percal, ¿cómo no sospechar de otros cambios (le criterio en las Naciones Unidas? ¿De verdad van a aceptar las presiones de Marruecos y a añadir al censo del referéndum las 50.000 personas que quiere Hassan? Habrá que recordar que ambas partes, saharauis y marroquíes, aceptaron en agosto de 1988 el censo español, de modo que las pretensiones que hoy plantea Marruecos son una, ruptura de su propia palabra, de las reglas del juego y del plan de paz. Atraviesa Hassan los salones internacionales, arropado en toda su majestad y urdiendo conjuras. Y enfrente están los saharauis, perdidos en un rincón ventoso del desierto, hijos de pastores, poca cosa. Tienen la razón, pero como no tienen la fuerza quizá no les oigamos. Si la ONU no hace respetar su propio plan de paz será un escándalo, quizá un genocidio, sin duda una vergüenza.

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