"Se tenía que haber matado él", dicen los padres del conductor
"Se tenía que haber matado él", repetían ayer desconsolados y con lágrimas en los ojos los padres de Francisco Espi Luna, el conductor que embistió contra el coche de los policías. "Los jueces tienen la culpa, los jueces; estoy harto de decirles que lo metan en la cárcel, que algun día iba a pasar la desgracia de hoy", gemía el padre con rabia dirigiéndose a los policías que custodiaban ayer a Espi en el servicio de urgencias del hospital Clínico. Su esposa asentía con la cabeza."Me llegan todos los días a casa doscientos mil telegramas de los juzgados para que se presente: todos los días robaba algún coche...". A escasos metros, en una habitación apartada de las urgencias y custodiada por dos agentes policiales, descansaba, sedado, Francisco Espi.
Los padres llegaron al hospital sobre la una de la tarde. Una enfemera les condujo a la habitación de su hijo, que se encontraba a la espera de ser intervenido de una fractura maxilofacial. Cuando la madre lo vio encamado, comenzó a llorar. El padre salió del habitáculo y preguntó a los agentes con rostro circunspecto: "¿Qué ha pasado?". "Ha matado a dos policías municipales con un coche", le respondieron.
Puñetazo en la pared
El rostro del padre se impregnó de rabia, la misma con la que propinó un fuerte golpe con sus puños a la pared: "Se tenía que haber matado él; por lo menos, nos hubiéramos quedado más tranquilos. Lleva ocho años con la droga, haciendo una tras otra. Pero la culpa la tienen los que la tienen. Estoy harto de decir que lo metieran en la cárcel. Si estuvo ayer mismo en los juzgados de la plaza de Castilla, ¿por qué no lo dejaron allí ... ?".La madre, al escuchar las lamentaciones de su marido, también preguntó por lo ocurrido. "¿Es verdad que ha matado a dos policías?", inquiría incrédula. "Él es muy bueno, ¿sabe usted? Todo es la droga". La madre aseguró que ayer mismo, después de que su hijo saliera del juzgado, le dio una pastilla para tranquilizarle. "Al rato me dijo que se iba. ¿Adónde vas, hijo?, quédate en casa tranquilo. Me dijo que iba a ver a un amigo que le debía 5.000 pesetas. Y ya ve usted...".
Francisco Espi Luna convivía desde hace unos años con una mujer. "Ella", decía la madre, "es muy buena y lo quiere mucho. Se había quedado embarazada a conciencia para ver si lo disuadía y dejaba la droga...".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.