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Reportaje:

Baton Rouge, Ia pesadilla americana

La recesión económica en Estados Unidos provoca en Luisiana la vuelta al populismo

Antonio Caño

El menú de un restaurante medio de Baton Rouge cuesta 300 pesetas, lo que incluye el postre y la posibilidad de repetir de cada plato cuantas veces se quiera. Aun así, casi todos están vacíos. Como están semivacíos los escaparates de la tiendas, donde se exhiben abrigos a 4.000 pesetas y zapatos de plástico a 1.000 pesetas. Si para llegar a esta ciudad no hubiera que cruzar una hermosa autopista levantada, como milagro de la ingeniería, sobre los pantanos del lago Pontchartrain, nadie diría que estamos en Estados Unidos.

Baton Rouge, capital administrativa del estado de Luisiana, es el mejor símbolo del declive económico de esta región de Estados Unidos desde que hace poco más de una década entró en crisis la industria petrolera, principal fuente de recursos hasta entonces. La ciudad presume todavía de poseer el Capitolio más alto del país, después del de la capital de la nación. Pero hoy es un edificio mal pintado lleno de burócratas con los brazos cruzados.El Capitolio fue construido en los tiempos en los que Huey Long era gobernador y amo de este Estado, a finales de los años veinte y principios de los treinta. Desde entonces el nombre de Long está tan ligado a Luisiana como el río Misisipí o Louis Amstrong.

No se puede entender la aparición de figuras como David Duke o la reelección cuatro veces de personajes como Edwin Edwards sin conocer lo enraizado que está en estas tierras el viejo populismo caudillista simbolizado por Huey Long.

Un tipo vulgar, autoritario, borracho y pendenciero que persiguió a sus opositores y manejó el Estado, como su hacienda particular. Pero, al mismo tiempo, un tipo sencillo que se relacionaba con los pobres y que actuó como un padre para los negros. Huey, asesinado a tiros en 1935 en el Capitolio que mandó construir, no pudo ser sucedido más que por su hermano Earl, quién, más de diez años después, recuperó el cargo de Gobernador y amplió como nadie lo había hecho antes el Estado de beneficiencia para los pobres.

Desde entonces Luisiana ha estado dividida entre los pro Long y los anti Long, ambos grupos dentro del Partido Demócrata (los republicanos nunca han contado en la política de este Estado). El propio Edwards, reelegido el pasado sábado, es un populista al estilo de Long que en su primer mandato de 1972 apeló a los mismos principios de defensa de los negros y los desprotegidos.

Colonizada por españoles y franceses, Luisiana es un conflictivo cruce de protestantes fundamentalistas con católicos liberales, negros pobres, judíos, ricos y blancos pobres y ricos.

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Exageradamente, se ha dicho que es un Estado gobernado por los blancos, animado por los católicos y administrado por los judíos. Es cierto que los negros apenas han participado, en la política y se han limitado a ser el reclamo publicitario, entonando un ritmo de jazzz con un saxofón en la mano.Y es, cierto también qué, los judíos dirigen los principales negocios de Nueva Orleans.

Todos Ios problemas tradicionales del Luisiana estanto desvirtuadas y aumentados por la insistente crisis económica. El turismo se ha convertido en el mana de los últimos años, sustituyendo la carencia de recursos procedentes del petróleo.

Pero esa fuente de ingresos se ve ahora amenazada por la recesión a nivel nacional. El desempleo ha aumentado y el nivel de vida se deteriora constantemente. Luisiana se encuentra entre los Estados con más bajo promedio de ingresos per cápita y con el porcentaje más alto de gente -un 75% de ellos negros- que vive de la beneficiencia social. Tres cuartas partes de la población consideya que vive hoy peor que hace diez años. "Nunca hemos sido ricos, pero antes teníamos al menos para comprar un par de zapatos al año. Ahora todo el dinero que produce el Estado lo gastamos en dar de comer a los que no trabajan", dice el propietario de un pequeño supermercado de Baton Rouge.

Para este hombre y otros muchos de esta ciudad los negros son culpables del retraso económico de su Estado. No es por casualidad que Baton Rouge sea un bastión del Ku Klux Klan. En las tierras que se extienden hacia el sur de Baton Rouge, antiguas plantaciones de caña de azúcar, trabajaban hasta mediados del siglo pasado 75.000 esclavos negros. Sus herederos constituyen hoy el 30% del electorado del Estado, pero hasta los años setenta no empezaron a tener representantes electos. En las elecciones del sábado pasado un 76% de negros acudieron a las urnas, lo que supone un récord en la historia de este Estado. Por primera vez también su voto sirvió para impedir la elección del candidato preferido por la mayoría de los blancos. Esas elecciones han contenido temporalmente el ascenso de David Duke, pero ahí siguen las circunstancias que lo engendraron.

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