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El retorno de Norodom Sihanuk

El líder camboyano presidirá el Consejo Supremo Nacional hasta la celebración de elecciones generales supervisadas por la ONU

Juan Jesús Aznárez

El palacio del príncipe Norodom Sihanuk, símbolo de la nueva camboya, ha sido encalado de gris y naranja cerca del estuario del Mekong y está dispuesto para recibir el jueves al líder que pese a sus cuestionables alianzas y variable temperamento parece despertar más simpatías entre la población camboyana. "Esperemos que su llegada traiga al país un futuro mejor", subraya en el mercado central un hombre de 47 años. "¿En qué trabaja usted?". "Yo, no hago nada".

Armisticios rotos, declaraciones de paz incumplidas y odios de difícil superación han sumido a esta nación de siete millones de habitantes en un cierto escepticismo ante un futuro incierto todavía, un armisticio fácil y una posguerra que puede ser tan dura como los cruentos conflictos que han diezmado Camboya como a ningún otro país desde hace más de dos décadas.El palacio de Sihanuk ha sido remozado a un costo de 200.000 dólares. La capital mantiene el aspecto de una ciudad a medio acabar, anclada en sus vestigios coloniales franceses, sin apenas automóviles y habitada por personas que no parecen tener prisa.

Dos adolescentes se ríen a carcajadas cuando son preguntadas por el regreso del príncipe y el nuevo proceso de paz. Como la mayoría de los jóvenes no entienden ni francés ni inglés y se ríen por el interés que despiertan en una persona de rasgos occidentales, algo todavía inusual en Phnom Penh. Cada día llegan a la ciudad diplomáticos, consultores, empresarios, traductores y los cuadros de la nueva administración multinacional que intentará ordenar un país que vive entre armas, sangres y tullidos.

El hombre que sobrevive sin trabajo traduce las medias palabras de las dos adolescentes, que se ganan la vida vendiendo sortijas. "Dicen que a ellas no les importa el futuro sino el presente". El presente en Phnom Penh en vísperas de la llegada de Sihanuk es la venta diaria de fritangas en los puestos callejeros, el comercio de oro, el contrabando con Tailandia, la sobrevivencia, mejorada en los últimos meses, y la estereotipada respuesta del niño que vende mapas a los extranjeros instalados en los pocos hoteles de la capital, donde han montado embajadas y oficinas.

Jemeres rojos

"Sihanuk, good; Pol Pot, not". En la calle central un centenar de paseantes se concentran frente a la sede del contingente de soldados australianos. Uno de ellos mantiene una animada charla con el corrillo curioso. La juventud camboyana, nacida después de la indiscriminada purga de Pol Pot tras la toma de Ia capital en 1975, está más preparada que nadie para la nueva convivencia. Entre sus progenitores el recuerdo de la tragedia es todavía lacerante. El viceministro del Interior, Sin Sen, declaró ayer en conferencia de prensa que "será francamente difícil asegurar la seguridad de los jemeres rojos cuando regresen al país. El pueblo ha sufrido mucho".Sihanuk, que llega de China, presidirá el Consejo Supremo Nacional hasta la celebración de elecciones generales supervisadas por la ONU. "Necesitamos protección de la ONU. Deben velar por nuestra seguridad". Esta es una de las preocupaciones de quienes también temen el regreso de los jemeres rojos, que acabaron con cerca de un millón de compatriotas en un genocida gobierno de tres años.

La mayoría de los camboyanos piensan que el regreso del príncipe significará la entrada en el país de préstamos millonarios e inversiones masivas. Los japoneses, que han tomado la delantera en Asia en cuanto al monto de las inversiones, no parecen estar muy convencidos de la paz acordada en París.

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