Lech Walesa se erige en el puntal del sistema político en Polonia
Los polacos dieron respuesta el pasado domingo, de una forma inesperadamente contundente, al principal dilema que desde hace dos años les plantea la transición democrática y el retorno al capitalismo. Con su abstención masiva y su voto por los partidos que en la campaña propugnaron el abandono de la política de ajuste, pusieron en tela de juicio la radical reforma económica que en 1989 empezaron a aplicar los Gobiernos de Solidaridad.El voto de los polacos, desorientados ante el sinnúmero de partidos y la ineptitud de las él¡tes políticas, ocasionó asimismo una tremenda fragmentación del primer Parlamento democrático. Lo que puede traducirse, en última instancia, en el desplazamiento definitivo del poder hacia el presidente, Lech Walesa, el único puntal fuerte del sistema político en estos momentos. Walesa no dudará, previsiblemente, en aprovechar el reforzamiento de su posición para profundizar en la política económica que tanto disgusta a sus compatriotas. Esta suposición se basa en tres factores:
1. El abandono de la política antiinflacionista y de la reconversión industrial provocaría el retorno a la hiperinflación y el hundimiento económico.
2. Walesa demostró ya su obstinación en la aplicación de las reformas. El pasado año, tras ganar las presidenciales, se olvidó de todas sus promesas y de sus ataques contra la política de ajuste. Nombró primer ministro a un político de corte neoliberal, Jan Krzysztof Bielecki, y mantuvo en su puesto de vicepresidente del Gobierno a Leszek Balcerowicz, artífice del polémico programa económico.
3. En su primera declaración oficial tras las legislativas, Walesa mencionó la necesidad de "seguir estableciendo un nuevo orden económico que responda a lo que ya se ha conseguido en la reforma de la República".
De cumplirse estos pronósticos, Walesa tendrá que actuar contra el 70% de la nueva Cámara, en la que predominan los críticos de Balcerowicz. Consciente de ello, el presidente lleva camino de marginar al Parlamento. Así debe interpretarse su ofertade cuatro variantes de Gobierno, en tres de las cuales él se coloca a la cabeza del Ejecutivo. Por si fuera poco, ha señalado que el Gabinete que él dirija deberá disponer de poderes especiales, y de dos años de vida como mínimo.
Recomponer Solidaridad
La principal dificultad con que tropezará Walesa para hacer realidad sus planes será la recomposición del bloque de Solidaridad que él mismo rompió el pasado año en la campana presidencial. Los partidos procedentes de Solidaridad suman más del 50% en el nuevo Parlamento y podrían formar una coalición mayoritaria. A Walesa le toca ahora convencer a sus respectivos líderes que abandonen las luchas ideológicas, se olviden de los antagonismos personales y accedan a seguir con el programa económico. Será una tarea muy dura. El resultado final no está asegurado.
Un factor de cohesión de los herederos de Solidaridad será, sin embargo, el impacto que en la antigua oposición ha tenido el resultado electoral de los ex comunistas, cuya Alianza de la Izquierda Democrática consiguió el 12% de los votos y el segundo puesto, inmediatamente después de la Unión Democrática de Tadeusz Mazowiecki.
De no conseguirse un mínimo de acuerdo entre los seis principales partidos de origen solidario, Walesa amenaza con la creación de un Gobierno mayoritario formado por los siete partidos más votados, incluidos los comunistas, o bien con un Gabinete de expertos, dos hipótesis en las que también él ocuparía el cargo de primer ministro. La situación idónea para el presidente polaco sería la creación de una amplia coalición de Solidaridad, sin que él tuviera que encabezar personalmente el Ejecutivo. En caso contrario, asumiría el Gobierno y sería necesario entonces cambiar la Constitución.
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