Ciudades muertas
El Ejército yugoslavo ocupa las calles evacuadas por civiles croatas
llok cayo sin combate. El coronel Grahovac logró convencer a las autoridades croatas de que entregaran las armas y permitieran la entrada del Ejército. Los 7.000 habitantes de llok hicieron un referéndum: el 73% votó a favor de la rendición y optó por abandonar la ciudad; el resto permaneció. Grahovac y sus hombres vigilaron la entrega y la evacuación de la población croata, luego entraron en la ciudad y se instalaron en el hotel sito en la fortaleza que domina una colina sobre el Danubio. El coronel Grahovac es el jefe máximo Su primera medida fue introducir el toque de queda.
Orgulloso de haber terminado con éxito las negociaciones sin disparar un tiro, el coronel explica que tiene el apoyo de la población serbia y croata. Sin embargo, no cuenta con manos para la vendimia. Las uvas de las que salía el excelente vino llocka Grasevina se pudrieron. Es difícil ver civiles felices con la llegada de las tropas.Las casas están abandonadas, con las persianas bajadas. Algún que otro civil pasa por la calle. Casi toda es gente mayor. Los reservistas del Ejército federal son los únicos bien visibles en las calles: custodian cada esquina y se aburren.
Un reservista de Srenjanin lee un tebeo con un título, premonitorio: Ciudad muerta. "Sólo se han quedado los ancianos; la juventud se fue toda", explica el padre Marco frente a su iglesia. La conversación con el párroco queda abruptamente interrumpida. Tres policías militares prohíben que la conversación continúe: "No tienen permiso". No basta el pase militar expedido en Belgrado. El coronel Grahoval impone su propia ley en la ciudad de llok.
Los policías militares nos escoltan a la salida de la ciudad. Ante la protesta por la expulsión, uno dice: "Esto no es un territorio libre". Grahovac, el jefe máximo, había asegurado que en su ciudad muerta la vida había recuperado su pulso normal.
Dalj cayó después del combate: guerrilleros serbios expulsaron a los policías croatas. Hubo muchos muertos, pero no se sabe cuántos. Entonces llegaron las tropas del Ejército federal. El comandante Petrovic llegó el 7 de agosto, después de la batalla. Dice que sólo la mitad de los civiles permanecieron en la ciudad: los croatas se fueron, igual que muchos serbios. En Dalj no hay luz, ni teléfono, ni, escuelas, ni bancos. "De vez en cuando llega alguna carta", dice el comandante, y recuerda: "Esta era una ciudad rica".
Temor serbio
"Si el Ejército se fuera de aquí, huirían todos los serbios. Temen la vuelta de los croatas". Sin embargo, Petrovic no sabe quién controla la ciudad, ni de quién son los coches y camiones sin matrícula, ni quiénes roban las casas de los refugiados. "Hay un Gobierno, civil" encabezado por Goran Hadzic, el presidente de Slavonija, Baranja y Srem Occidental. El comandante no sabe dónde está la sede del Gobierno.
No hay civiles en Dalj: el Gobierno de Hadzic declaró la movilización general. Los refugiados serbios y quienes no acudan al llamamiento perderán sus casas y propiedades. Los croatas ya las perdieron. Para entrar y salir de la ciudad se necesita un permiso especial, sólo así se cruza el puente de Fraternidad y Unidad que conecta Serbia y Croacia a través del Danubio.
Al otro lado del puente, en Serbia, se extiende una marea de soldados y vehículos militares o vehículos civiles confiscado para el uso militar. En los campos, el maíz se pudre mientras los tractoristas hacen colas kilométricas para comprar el combustible. Los lanzamisiles, radares y carros de combate, con los cañones apuntando hacia Croacia, están desplegados en los maizales. Oficialmente Serbia no está en guerra.
Peregrinación a Dubrovnik
Un convoy de 32 naves y barcos, grandes y pequeños, con personajes del mundo político y artístico a bordo, además de los participantes civiles de la peregrinación a Dubrovnik, llega hoy al puerto de Gruz. El presidente de la presidencia colectiva yugoslava, el croata Stipe Mesic, a bordo de la nave Slavija coordina la peregrinación naviera ideada para demostrar al mundo el espíritu libertario de Dubrovnik, la ciudad rodeada y aislada por el Ejército federal, aprovechando la importancia internacional de la ciudad para la causa croata.El convoy zarpó el martes de los distintos puertos adriáticos. Sin embargo, el minucioso control de la Marina de guerra yugoslava impidió que los barcos anclaran durante el día de ayer en el puerto de Dubrovnik. El presidente Mesic decidió esperar la luz solar para entrar. Dubrovnik lleva 30 días sin electricidad y sin agua.
Las armas cayeron en la rivera de Dubrovnik. En Cavtat, a 20 kilómetros al sur de Dubrovnik, ciudad ocupada por el Ejército federal continúan las negociaciones entre las autoridades de Dubrovnic y el Ejército federal en presencia de los observadores de la Comunidad Europea (CE) sobre la normalización de la vida en la ciudad. Para conectar la luz y el agua, el Ejército exige la entrega de las armas, el desarme de los reservistas, de los policías y de la Guardia Nacional croata, además de la delimitación de las zonas de control. No se trata de la libertad completa. Paso a paso, los negociadores intentan buscar una fórmula de compromiso.
Mientras tanto, en Cavtat, el Ejército vende la comida a la población, que tiene prohibido salir de la ciudad. Los refugiados ocupan los hoteles mientras la población local deambula por las calles sin nada que hacer. No funcionan las tiendas, escuelas, ni cafés. Tampoco hay periódicos, radio o televisión. El único contacto con el mundo exterior son los mensajes llevados a bordo del yate Argosi, que transporta a los observadores comunitarios.
Durante las mañanas soleadas, la gente cuenta y recuenta los desastrosos daños materiales sufridos por los pueblos en KonavIe, valle al sur de Dubrovnic, proveedor principal de los productos agrícolas.
Si bien resulta imposible saber con exactitud quién tiene una mayor culpa por la destrucción de todos los pueblos de KonavIe, con sus antiguas casas de piedra rodeadas de viñedos, el Ejército culpa a los croatas y los croatas al Ejército. Los pocos animales sobrevivientes deambulan por la carretera intentando encontrar hierba para comer.
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