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Tribuna:
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PSOE-IU-PCE

"Yo apuesto plenamente por un proyecto soberano de IU; pero lo hago desde mi militancia comunista", asegura el secretario general del PCE y coordinador general de IU, Julio Anguita. En plena polémica sobre el futuro del comunismo español, Anguita precisa que el PCE tiene sentido como organización con un perfil propio.

La reproducción en este diario de las palabras de Carlos Solchaga ante el Comité Federal del PSOE es de agradecer, no sólo porque desvela la posición ideológica del tándem González-Solchaga, sino porque arroja luz al profundo debate que se cierne sobre la izquierda. Ya me gustaría poder comentar extensamente dicha intervención, pero considero más urgente ver las conclusiones que se desprenden de ella.Contraponer o priorizar la libertad al socialismo es caer en la misma simplificación que se le atribuyó a Lenin por invertir la prioridad de estos dos conceptos. Si el socialismo se construye sin libertad, se llega a lo ocurrido en los países del Este; pero si la libertad, en abstracto, no se encarna en una sociedad justa e igualitaria llegaremos a lo que tenemos ante nuestros ojos: desigualdad, marginación, explotación.

La otra observación es que las palabras reproducidas no parecen ser las de una intervención oral, sino más bien un texto calculado con voluntad de tesis para futuros acontecimientos.

Dije hace muchos meses que el PSOE había hecho un 31º congreso excesivamente unánime. Para todos aquellos que lo seguimos con interés quedó claro un doble movimiento.

- Primero: apoyo incondicional a un vicesecretario general que con su desairado papel ante el caso de su hermano había colocado a la organización en altas cotas de descrédito. Se trataba de sostenella y no enmendalla, a fin de que el espíritu corporativo saliese reforzado.

- Segundo: se opera en el mismo congreso. En la clausura, el secretario general y presidente del Gobierno proclama la independencia de dicho Gobierno respecto al partido y, en consecuencia, tras varios meses, el vencido Solchaga es el vencedor.

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Todo lo ocurrido desde entonces no es sino una consecuencia de aquello. El Gobierno hace una política en abierta contradicción con cualquier tipo de material partidario. Lógico. Lógico porque cuando una fuerza política gobernante mantiene una actuación en abierto enfrentamiento con una gran parte de sus bases la crisis está servida.

El PSOE gobernante necesita con cierta urgencia una redefinición que le dé, a la vez que cobertura, salida a la contradicción en la que está metido. Auguro un Bad-Godesberg para el PSOE, pero uno que le dé carta de fuerza política centrista y liberal. Y a partir de ahí podemos empezar a entender lo que ocurre. La cúpula del partido, la que gobierna, una gran parte de sus cargos públicos, forman el grueso que descubrirá, ¡a estas alturas!, la teoría económica de Adam Smith.

Un grupo, nada desdeñable, cercano al vicesecretario general, al aparato y a ciertos sectores sindicales y de base, intentará recomponer la destrozada imagen de izquierdas del PSOE.

Y queda un tercer grupo, quizá no tan mayoritario como los otros, pero con personalidades que tienen aún cierto predicamento en la UGT. Dicho sector, enfrentado al tándem González-Solchaga por su deriva conservadora, y rechazando lo que podríamos denominar guerrismo de última hora, busca la manera, cuando llegue lo inevitable, de ubicar los contenidos del PSOE en una organización alternativa.

Hay quien afirma que en la actual IU se ha conseguido la síntesis ideológica en base a que las formaciones que la integran se pronuncian por la construcción del socialismo democrático. En los materiales aprobados en la II Asamblea Federal hay también una referencia a dicho término. Desde ahí, los que afirman la existencia de dicha síntesis sacan una consecuencia clara: ¿por qué no transformar IU en un partido político, a fin de que la denominación y la organización entren de lleno en categorías homologables?

Particularmente he venido manteniendo que a la expresión socialismo le sobran las adjetivaciones; o el socialismo es la democracia llevada hasta sus últimas consecuencias o no es el socialismo. Sin embargo, he admitido el término de socialismo democrático, pero como forma sustantiva, aunque, al admitirlo, yo mismo me estuviese acusando de incurrir en tautología. Porque dicha expresión no sólo hace referencia a un proyecto social de plena igualdad y plena libertad en la plena solidaridad, sino también, y como función adjetiva, al conjunto de fuerzas políticas que, reclamándose herederas de los primitivos partidos socialistas, han ido incorporando a su teoría y a su horizonte la aceptación, con correcciones, del sistema capitalista. Recordemos que el PSOE se reclama también del socialismo democrático. Por eso, en IU hemos tenido la vocación clarificadora de precisar que el socialismo, para nosotros, es la superación económica, social, política, ideológica, cultural y jurídica del sistema capitalista.

IU podía ser representada como un sistema de coordenadas cartesianas en el que el eje de las abcisas lo constituyera el objetivo final: socialismo-plenitud de derechos humanos, según la Carta de la ONU de 1948. El eje de las ordenadas estaría formado por el programa-alianzas.

A partir de ahí quedan claras muchas cuestiones: la democracia de base, las nuevas formas de hacer política, la movilización constante de IU, la elaboración colectiva de programas, etcétera. Pero hay una cuestión que quisiera resaltar fundamentalmente: IU es, esencialmente, pluralidad.

Corrientes y legitimidad

Reconocemos a todos el derecho a ser distintos y, por tanto, a la legitimidad de cada corriente de pensamiento a existir como es y a aportar al programa común sus esfuerzos y sus propuestas. IU es una síntesis, pero una síntesis programática, no ideológica. IU es la respuesta constante a la situación del momento desde su posicionamiento en lo que llamamos construcción de la alternativa.

En las dos asambleas celebradas por IU hemos recalcado que esta fuerza política se nutría de los componentes clásicos de la izquierda y de las nuevas izquierdas, y que todas las aportaciones convergían en el programa común, constantemente enriquecido y profundizado. Quiero decir que el futuro de IU está en el mayor enriquecimiento, en la mayor pluralidad y en la mayor capacidad de enraizarse en los problemas concretos y, a través de ellos, establecer las alianzas con los sujetos varios y múltiples que conforman el mundo de la izquierda.

Se argumenta que IU necesita de plena soberanía y plena independencia de las fuerzas políticas que la componen y que, por tanto, debe abrirse un proceso constituyente de una nueva formación política. Veamos los contenidos de esta propuesta.

Iniciar un proceso constituyente es un rompimiento con todo el proceso anterior; es resituar a IU en una línea de reconsideración de todo lo anterior y, por tanto, afrontar ex novo su existencia y su organización. Yo mantengo la tesis de que lo pertinente es continuar el proceso que ya se venía dando y que éste pueda culminar en lo que hemos venido en convenir como culminación de la soberanía de IU.

Si continuamos y profundizamos el proceso, es que asumimos totalmente toda la historia, el desarrollo y las potencialidades de este proyecto radicalmente nuevo y distinto. Si iniciamos un proceso, abandonamos la lógica del continuum y nos instalamos en el de la fundación.

Para mí, la culminación de la soberanía de IU -que ya prácticamente la tiene- es un hecho político, de participación, de aceptación de sus decisiones por quienes la integran, de la formación de su voluntad a través del mecanismo de una persona un voto.

Una vez que la soberanía pontica de IU queda reconocida y afianzada, el acto jurídico de su inscripción en el registro queda en lo que realmente debe ser: un acto jurídico de mero trámite. En eso nadie pone pegas o ve problemas.

IU es construida permanentemente por todos los que la componen y la puedan componer en el futuro. Desde la participación de todos, en el régimen de pluralidad, la IU plenamente soberana y fiel a los contenidos de la primera y segunda asambleas verá su existencia legal permanente como algo lógico, pero, desde luego, en absoluto fundamental. Si, por el contrario, acudimos al inicio de, un proceso constituyente como base fundamental sobre la que vamos a construir un nuevo partido político, colocamos lo puramente accesorio en el centro de la discusión. Y si eso es así es porque tenemos in mente una ruptura epistemológica con el discurso original y renovador de IU.

A la luz y a la letra del documento aprobado por el Comité Central del PCE el 4 de octubre puedo afirmar con rotundidad una serie de aseveraciones:

- Desde la creación de IU, el PCE, como tal organización, ha sido uno de los mayores impulsores de dicho proyecto. Y lo ha venido sosteniendo, en sus materiales y acuerdos, su voluntad inequívoca de aceptar las decisiones de IU. Por tanto, la voluntad política del PCE se ha manifestado en una práctica cesión de su soberanía a un proyecto que lo trasciende.

- El PCE ha expuesto en documentos y en acuerdos su convencimiento de que, en esta hora del mundo tan compleja, los partidos políticos tal y como son concebidos tienen crecientes limitaciones a la hora de poder generar un consenso social y una alianza programática pertinente para producir una política alternativa. El PCE es consciente, como fuerza política marxista, de que, en estos momentos de necesaria renovación y de necesaria creación política, los partidos tienen un largo futuro como elaboradores de teoría, de propuesta, de organización entre afines dentro de la concepción de la actividad política como praxis, es decir, un proceso ininterrumpido de acción-reflexión-acción. Por tanto, el PCE, al autoamputarse voluntariamente en su momento su capacidad de presentar listas propias, programas propios y de mediar con la sociedad, no hizo sino poner en marcha una nueva manera de entender lo que es un partido, una política unitaria de la izquierda y una nueva forma de hacer política, tal como se esbozó en 1975 en su manifiesto-programa.

El PCE quiere aportar a IU el resultado de sus elaboraciones, el trabajo de sus militantes y su entrega total a ese proyecto unitario de la nueva izquierda. Y quiere hacerlo, exclusivamente, a través de sus hombres y mujeres, los cuales tienen el compromiso militante y comunista de trabajar para IU con todas sus fuerzas y con toda su capacidad de entrega. Los estatutos que serán propuestos a la aprobación del 13º congreso ponen de manifiesto la audacia creadora de un partido comunista que cree que su mayor y mejor aportación a la causa de la nueva izquierda es confluir con otros en el plano de la más estricta igualdad a un esfuerzo común.

Nueva etapa

Y dicho lo anterior, y ciñéndome al citado documento del Comité Central, debo afirmar mi convencimiento de que, en esta etapa nueva para el PCE, éste encuentra su pleno sentido como tal organización política en aportar al proyecto común una historia, una cultura, una teoría y un perfil propio al que ni queremos, ni podemos ni debemos renunciar. Para una IU plural y soberana, los comunistas españoles estamos dispuestos a la renovación o adecuación del PCE a IU; a perder las característicáis de un partido en el sentido clásico; a asumir sobre nuestra propia disciplina partidaria la disciplina prioritaria del proyecto que queremos compartir con otros muchos. A partir de ahí, y también en aras de la claridad, quiero decir que no renunciamos a nuestra visión del mundo, a nuestra apuesta desde el marxismo por la plena emancipación humana, a nuestras señas de identidad ni a nuestra organicidad específica. Y termino diciendo lo que en repetidas ocasiones he afirmado: yo apuesto total y plenamente por un proyecto soberano de IU; pero lo hago desde mi militancia comunista. Háganlo otros desde tus convicciones, proyectos y culturas; nos encontraremos en la síntesis programática y en la democracia plena de IU.

es secretario general del PCE y coordinador general de IU.

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