La primera pista
Las psicoterapeutas Ana Eva Cubillo y Loretta Cornejo conocen bien la importancia de llamarse Ernesto, Segismundo o Prisciliano. Esgrimen las teorías lacanianas (Jacques Lacan) y aseguran que la historia del nombre es una de las primeras pistas que obtienen sobre la personalidad de sus pacientes. "Detrás de cada nombre está la relación con los padres o con la persona que se lo impuso".Llevar el nombre del abuelo o de otro familiar puede ser traumático si la persona lo vive como una carga, porque alguien depositara en él ciertas ilusiones. Igualmente, tener un nombre vulgar puede ser el origen de una personalidad fuerte, la del que quiere destacar pese a tener este dato en contra. Y llevar un nombre inusual puede producir una de las chispas que encienda el proceso de conformación de una personalidad luchadora respecto de su entorno, una personalidad propia de un político. "El político tiene por naturaleza un carácter reivindicativo", explica Loretta Cornejo. "Suele estar alentado por las ganas de cambiar el mundo. Cambiar su propio nombre o reconvertirlo en positivo puede ser una de sus primeras batallas en la vida".
De todas formas, el nombre nunca le es indiferente a quien lo lleva, y puede producir reacciones subconscientes.
Dicen las psicólogas que a veces estos procesos se viven con angustia. Pero Agapito (Ramos) no debió de tardar mucho en superarlo, y ahora se ríe del juego psicológico que su nombre le permite. "A un Agapito te lo imaginas con boina y algo tonto, de manera que siempre tienes la posibilidad de sorprender a la gente".
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