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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El desbarajuste de Correos

Desde hace nueve años editamos una revista de tirada limitada y ya nos habíamos acostumbrado a que la mensual entrega en Chamartín estuviese siempre llena de sorpresas: un mes, los sellos dePasa a la página siguiente

Viene de la página anterior

bían ir en la esquina; al siguiente, en el centro; al próximo había que rellenar unos formularios nuevos... Pero todo eso era peccata minuta comparado con la situación actual. A comienzos de octubre acudimos con nuestro envío y nos enteramos de que ya no se recoge en Chamartín, sino en Mercamadrid (aunque los envíos internacionales siguen en Chamartín). Vamos a Mercamadrid: ni una indicación, ni una señal. Llegamos por fin a unas inmensas naves separadas del suelo por un andén de metro y medio. Desde la altura, los funcionarios nos informan que ahora hay que llevar los envíos en sacas, una por capital (aunque a esa capital lleguen dos ejemplares). ¿Y dónde dan las sacas? En Chamartín. Nos volvemos a casa con nuestras revistas.

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Al día siguiente, rumbo a Chamartín a por las sacas. Allí no se puede pedir una cantidad para varios envíos porque las pobres chicas que las reparten no tienen suficientes. Logramos que nos den 100. Pero, aunque algunas sacas son de plástico y relativamente livianas, la mayoría son las típicas sacas de lona de Correos, de modo que las 100 tienen un volumen de un contenedor. Rumbo otra vez a Mercamadrid. Como nuestro envío es modesto, nos permiten colarnos, pero hay camiones que llevan allí desde las nueve de la mañana.

Un empleado tiene que revisar el contenido, y para eso hay que cortar el cordel. Como no tiene tijeras, lo hace con un mechero, que se apaga Con el viento. Por fin logramos que nos dé la autorización, y entonces hay que ejercer de lanzadores de peso enviando las sacas por encima del andén y de montones de otros envíos. Hemos tenido suerte, pero ése no es el caso de todos. Enfados, protestas. Los empleados defienden la empresa como si fuera suya y tratan con bastante malhumor.

Hay que añadir que hacia marzo Correos suprimió las franquicias para este tipo de envíos, y lo que antes costaba una peseta ahora cuesta 17. Si Kafka no hubiera muerto, hoy mismo le daba un argumento para una novela definitiva.-

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