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Jesse Turner por fin conocerá a su hija

Un profesor universitario norteamericano, liberado tras cinco años de secuestro en Beirut

Sobre las tres de la tarde de ayer llegaba a la base norteamericana de Rin-Main, en Francfort (Alemania), el avión militar que transportaba al profesor Jesse Turner, liberado en la madrugada del martes tras 1.730 días de cautiverio y una larga noche de misterio. Los extremistas musulmanes de la Yihad Islámica para, la Liberación de Palestina tardaron, pero cumplieron su palabra.Desde la base norteamericana, un helicóptero trasladó al rehén liberado al hospital militar de Wiesbaden. Allí se esperaba la llegada de su esposa, una libanesa envejecida y triste llamada Bader Turner, y de la hija de ambos, Joanna, de cuatro años, a la que Turner no ha visto jamás. Estelle Ronnenberg, la madre de Turner, llegará desde Boise (ldaho), el pueblo natal del rehén liberado, donde ya no se colgarán crespones amarillos en los árboles de la, ciudad como se ha hecho cada año desde su captura.

Por la mañana, en Damasco, Turner apenas habló en la ceremonia de dos minutos en el Ministerio de Exteriores. Demacrado, con una inmensa tristeza acentuada por las puntas caídas de su espeso bigote y la mirada ausente tras unas gafas que parecían quedarle tan grandes como la flamante camisa y el traje beis que los sirios le proporcionaron para la breve rueda de prensa, Turner se aclaró la garganta para decir algo que sin duda había estado practicando y que a pesar de sus esfuerzos por darle naturalidad sonó rígido, memorizado y frágil: "Bueno, estoy muy contento de haber salido... finalmente", declaró con un hilo de voz.

Flanqueado por el ministro de Estado para asuntos exteriores sirio, Nasser Qadur, y el embajador norteamericano Christopher Ross, el profesor, de 44 años, hacía visibles esfuerzos por mantenerse de pie. Las luces de los equipos de televisión le dañaban los ojos. A juzgar por la palidez de su rostro, Turner es un hombre que no ha visto el sol durante su cautiverio de más de cuatro años y medio. Alguien le preguntó si había visto a otros rehenes. El hombre se quedó absorto, giró la cabeza hacia el embajador norteamericano y respondió con una larga mirada vacía.

Como en todas las ceremonias de entrega de rehenes en Damasco, el embajador de Estados Unidos agradeció a todas las partes involucradas en la liberación, especialmente, por supuesto, a Siria. Qadur reiteré. una vez mas que el Gobierno del presidente Hafez el Asad está empeñado en poner fin al cruel drama de los rehenes. De la misteriosa demora en su liberación, inicialmente anunciada para el lunes, ni una palabra.

Turner quedaba oficialmente en manos de Estados Unidos, y éstas no pudieron evitar que sus primeros pasos fueran en falso. Al salir del ministerio, el frágil profesor de informática del Beirut University College, secuestrado por pistoleros disfrazados de policías en enero de 1987, estuvo a punto de irse de bruces. Los guardaespaldas del embajador lo tomaron por los codos y lo introdujeron en el Cadillac negro de Christopher Ross. Por las ventanillas traseras del coche se adivinaba una bolsa de plástico con la inscripción de una farmacia de Damasco. Turner está libre, pero es, evidentemente, un hombre roto.

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