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Apoteosis de Thatcher ante las bases 'tories'

Enric González

Margaret Thatcher recibió ayer un apoteósico recibimiento en la conferencia del Partido Conservador británico. La presencia de la ex primera ministra suscitó una apasionada reacción entre los delegados, que aplaudieron calurosamente durante más de cinco minutos para demostrar que las bases del partido, a diferencia de los nuevos líderes, siguen estando con ella. Thatcher, cuyo nombre fue coreado con fervor, dejó con las ganas a quienes querían que hablase.

La cuidadosa preparación de la entrada de Thatcher -acompañada por el primer ministro, John Major, para que no se notara que ella, recibía más aplausos- y de su breve estancia en la mesa presidencial -alejada de todos, para que no hablara- se reveló inútil cuando los asistentes empezaron a corear su nombre. Y los rostros de Major y de Chris Patten, presidente del partido, se contrajeron en una mueca de terror cuando alguien desde las butacas gritó: "Dejadla hablar".Pero Thatcher se limitó a sonreír y no pronunció su temido discurso antieuropeísta. La ex primera ministra se negó a opinar, a su salida del palacio de congresos de Blackpool (noroeste de Inglaterra), sobre la próxima cumbre comunitaria de Maastricht. Pero sus fieles saben perfectamente que no aprueba los devaneos de su sucesor con la unión política y monetaria que se discutirá en la cumbre, y que está dispuesta a volver al primer plano de la política para impedir que el Reino Unido ceda más soberanía a los "burócratas de Bruselas".

Los conservadores discutieron ayer otros dos asuntos calientes de la política británica: la economía y la seguridad ciudadana. El ministro de Finanzas, Norman Lamont, salió relativamente bien librado del debate, anunciando por enésima vez que el Reino Unido está "en el buen camino para superar la recesión" y exclamando que la exitosa política monetaria ha situado ya la inflación por debajo del 5% y así se mantendrá, para que el próximo año "la inflación sea aquí más baja que en Alemania".

Kenneth Baker, ministro del Interior, recibió algún que otro varapalo de los delegados, quejosos de la altísima criminalidad y del malestar y los disturbios en las zonas más deprimidas.

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