_
_
_
_
_
Reportaje:

Japoneses gandules

Dos encuestas revelan los cambios de hábitos en las tradicionales parejas niponas

Juan Jesús Aznárez

La holgazanería del 70% de los cuarentones japoneses casados es notoria y, al parecer, no tiene remedio. Ninguno de ellos se limpia los zapatos, ni hace la cama, ni ordena los periódicos leídos, ni colabora en las tareas domésticas. Según una reciente encuesta los maridos entre 30 y 40 años no dependen tanto de sus esposas, mientras ellas cada vez apuestan menos por el matrimonio tradicional.

La encuesta ha sido realizada por el Centro de Desarrollo del Ocio, dependiente del Ministerio de Comercio e Industria, sobre los hábitos de 200 parejas residentes en Tokio y la provincla de Ishikawa. Paralelamente, el Ministerio de Salud confirmó en otro estudio reciente el progresivo aumento de mujeres que rechazan los esquemas tradicionales de matrimonio, casa y prole, y buscan prolongar una vida independiente, viajar y sentirse cómodas en su profesión.Poco a poco están cambiando las pautas de comportamiento y la correlación de fuerzas en una sociedad profundamente machista. En el segundo país tecnológicamente más avanzado del mundo, la mayoría de los cabezas de familia también ha tenido una madre amorosa y sumisa, características que desean en sus cónyuges, cada vez más rebeldes y respondonas.

Masako, que vivió tres años en México, dice que es difícil romper con las tradiciones, muy influyentes en algunas partes del país. "Cuando volví a Nagoya, todavía me topé con varios vecinos que criticaban mi forma de ser por llevar pantalones". Masako, de 29 años, piensa que dispone de un buen trabajo y un salarlo aceptable, y, quiere una existencia libre, sin depender de un marido que llega a casa agotado, mudo, sin ganas, ni fuerzas para entablar la comunicación necesaria en toda convivencia.

"Sus esposas" dice Masako, "les esperan pacientes con una pregunta: "¿Qué quieres primero, la cena o el baño? Un diálogo que no da para mucho más". Como Masako -que aguarda con ilusión su contrato en Barcelona para asistir a los Juegos Olímpicos- piensa buena parte de los 20 millones de jóvenes japonesas que han accedido al trabajo y creen en la conveniencia de una evolución masculina acorde con los nuevos tiempos. Sachiko, de 28 años, confiesa que contrajo matrimonio para huir de unos padres excesivamente rigurosos. Después de 18 meses de casada, se aburrió, y reconoce haber sido infiel "en momentos de serio decaimiento".

Tokio, con un área metropolitana habitada por 24 millones de personas y trayectos de horas entre el trabajo y la casa, aporta su cizaña y colabora en el incremento de divorcios, todavía bajo en relación con otros países: un 2% aproximadamente. En el metro y en los trenes que circulan por la capital, el 70% del pasaje duerme a las cinco o las seis de la mañana, en un recorrido de aproximadamente dos horas de ida, y duerme a las ocho, las nueve o las doce de la noche en el regreso a casa. Cuando el jefe de la empresa decide una ronda nocturna, los empleados acostumbran a secundar la iniciativa, y las cervezas y la juerga complican la situación doméstica. "Los japoneses dedican tantas horas a su trabajo, y la oficina, en la mayoría de los casos, está tan distante que no hay tiempo para atender a los niños y a la esposa, la cual generalmente controla la paga de su marido", dice Masako, cada vez más convencida de su soltería.

Menos embarazos

Las jóvenes empleadas que contraen matrimonio, con la referencia de un celibato gratificante, se resisten a perder su trabajo y retrasan en lo posible el embarazo para mantener la libertad de movimientos, en frecuente colisión con los deseos del esposo. De hecho, el índice de nacimientos bajó de 2,1 en 1970 a 1,5 este año. En 20 años habrá más defunciones que bautizos, aspecto que preocupa en una nación con problemas de mano de obra. Según una investigación de la Confederación Sindical de Japón, el 80% de las mujeres confían en mantener su empleo después de casadas.Definitivamente, en Japón, como en otros países occidentales, el empuje de las mujeres parece imparable y la gandulería de los cuarentones se bate en retirada. "Hace 15 años, pocas chicas se hubieran atrevido a rechazar una cita propuesta por un hombre. Era un verdadero apuro. Ahora no hay problemas en decir que no", asegura una mujer de 40 años al recordar su propia experiencia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_