Sin época

Robert Gordon, quien durante largos años ha sido auténticamente definible por su aspecto como un cantante a un tupé pegado, apareció en el escenario de la sala Revólver muy remozado, es decir con el pelo recogido en un discreto moño.Una vez superado el contundente impacto de la sorpresa visual, el público, que abarrotaba el local, acabó por rendirse ante la innegable profesionalidad y el patente buen hacer de uno de los dúos más excitantes que figuran por derecho propio en la historia del rock and roll moderno.

Puntualicemos que ni Robert Gordon ni Chris Spedding viven ahora mismo lo que se llama buenos momentos. Los tiempos que corren son malos tiempos para las músicas puras, y estos dos ilustres veteranos del rock no saben hacer otra cosa que mantenerse fieles a sus esencias.

Con un sonido que se puede calificar como de mucho más que aceptable, los músicos dieron un repaso memorable a canciones que, por sí mismas, carecen de época: alli sonó desde el All by mysef, de Fats Domino, al Fire, de Bruce Springsteen, pasando por tiempos medios como Sweet love on my mind e incluso hubo baladas del calibre de It on1y make the belive.

Únicamente pudo quizá echarse en falta esa gran versión que suelen realizar del tema de Marshall Crenshaw, Some day, some way.

Hubo un incidente que pudo haber revestido gravedad: el vuelo de un cigarro encendido, que fue a aterrizar directamente en el ojo izquierdo de Robert Gordon, estuvo a punto de poner anticipado final al concierto.

Pero afortunadamente, el cantante que heredó la voz de Elvis pudo reponerse y regresar sin percances al escenario, y terminó de demostrar que el buen rock no necesita entender de peinados, como tampoco de fechas ni de modas.