Racismo
En este convulso fin de siglo, a muchos sólo nos queda la inofensiva arma de la ironía. Sin embargo, ¿cómo reaccionar ante las imágenes que acabo de ver en televisión, cómo defenderse de las palabras leídas en un periódico? Cuando veo a dos o tres niños que han de ser protegidos por la policía para acceder a sus aulas entre una turba vociferante que les llama asesinos, cuando leo que el alcalde socialista -¡socialista!- de un pueblo encabezó una manifestación que terminó con el destrozo de las casas donde vivían esos niños, cuando compruebo que en Jaén o Lérida la barbarie habla el mismo idioma, mi organismo sólo conoce una defensa: el asco, el vómito.-
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