_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alfaro

Manuel Vicent

La escultura propiamente dicha es el aire que desplaza la materia trabajada por el artista. Andreu Alfaro expone una retrospectiva de su obra en el IVAM, y el día de la inauguración Valencia tenía ese punto pastoso, destartalado de final de verano que a veces limita aquí con lo más canalla. Estaba muy sucia la ciudad, el barrio del Carmen parecía recién bombardeado y la gente sudaba. Era una visión del caos mediterráneo, tantos gritos y basura bajo una luz harinosa. Cuando entré en el museo ya había allí muchos políticos, unos acuchillados por otros, pero todos sonriendo, y por las salas de la exposición, donde la música geométrica de Euclides se había hecho hierro y la piedra había adoptado las carnaciones más puras sobre los pedestales, un público lleno de pasiones valencianas, de esas que sólo se curan con la navaja, iba enredándose en torno a las esculturas de Alfaro, y era admirable al pie de un acero inoxidable semejante a una idea sintética de Kant descubrir las grotescas ambiciones de cada día o contemplar por encima de la extensión orgiástica de las cabezas el álgebra de un torso de mármol que se hacía arte después de apartar el aire espeso que corrompía el espacio. De esta forma se ha fraguado igualmente la propia Figura de Andreu Alfaro. Este artista que aún conserva un diseño deportivo ha tenido que descender a mucha profundidad para encontrar dentro de sí el único camino que une el Partenón con Francfort. Haber conquistado ese punto esencial sin salir de Valencia, donde la ley de la gravedad a uno lo empuja violentamente hacia lo alto de la falla, supone una labor ardua, de modo que ved aquí un caso extraordinario: Alfaro es valenciano y, no obstante, tiene una elegancia interior muy ática; ama a su tierra, pero sabe que debajo del Cabanyal está sumergida Nueva York, puede ser un castizo muy irónico y estar enamorado del silencio, que es el idioma universal que late dentro de las formas más simples. Y si algún día veis a Alfaro comiendo salmonetes, sabréis que es un clásico.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_