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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La carta de Major

EL PRIMER ministro británico, John Major, se viene enfrentando desde hace semanas al problema de elegir una fecha para las elecciones generales en el Reino Unido. Tiene 10 meses a su disposición. Un sector de su partido insiste en que ahora es el momento, dado su prestigio como estadista internacional -su vuelta al mundo, con escalas en Washington, Moscú y Pekín, ha sido fructífera en términos propagandísticos-, la aparición de tímidas señales que apuntan al fin de la recesión económica y el amplio rechazo electoral que, según los sondeos, suscita su principal adversario, el laborista Neil Kinnock. Otro sector de los conservadores hace valer la escasa ventaja que conceden a Major las encuestas -cinco puntos sobre su rival en el mejor de los casos- para aconsejar prudencia.Unos y otros han conseguido paralizar políticamente al Reino Unido. Nadie se atreve a emprender nada que pueda suponer la pérdida de un puñado de votos. Reina la confusión sobre los problemas fundamentales del país: la relación con los socios de la CE, el futuro del Servicio Nacional de la Salud, la reforma de la fiscalidad local, la crimintalidad, el fracaso de algunas privatizaciones ideológicas, etcétera. Todo está pendiente, mientras en los comités electorales la actividad es frenética. La precampaña ha comenzado. La cuestión comunitaria es, probablerriente, el factor que forzará la decisión. Sería muy arriesgado para Major acudir a la cumbre de la CE en Maastricht, el próximo diciembre, con unas elecciones a la vista. La CE es una permanente causa de polémica, en el Partido Conservador entre los más acérrimos thatcheristas -quienes se niegan a ceder un milímetro de soberanía ante los "burócratas de Bruselas"- y quienes opinan, con Major, que el futuro del Reino Unido está vinculado al de la Comunidad.

Lo más verosímil parece, pues, una convocatoria en otoño. Supondría una maniobra arriesgada, ya que, de acuerdo con los sondeos, sólo unos pocos votos separarían la victoria de la derrota. Si se produce ésta, Major, que jamás ha ganado unas elecciones -heredó su cargo de Margaret Thatcher, sin urnas de por medio-, duraría pocas semanas como líder de unos conservadores que ya no recuerdan lo que es permanecer en la oposición y al que culpabilizarían del desastre. Major se juega su futuro a una sola ciarta.

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