Irak, ante el drama del hambre y de las enfermedades
La población se enfrenta a un trágico invierno tras la derrota de Sadam en la guerra del Golfo
Las tiendas de Bagdad están bien provistas, y los daños causado por las bombas han sido en su mayor parte subsanados. Pero el aire de opulencia que se respira en la ciudad esconde un desastre en potencia. El hambre y las enfermedades se van cobrando víctimas, cuyo numero pronto se incrementará, si no se cumplen las promesas de ayuda humanitaria.La combinación de ocho años de guerra entre Irak e Irán, seguidos de la guerra del Golfo, y las posteriores sublevaciones kurdas y shiíes han tenido un impacto devastador. La muerte de cientos de miles de hombres ha significado que sus familias se han quedado sin nadie que les alimente. La población afronta severos racionamientos de alimentos a causa de las sanciones y la perspectiva de unas cosechas muy reducidas en 1992.
Antes de la guerra, el 70% de los alimentos llegaba de fuera del país. A principios de 1990, los alimentos. estaban al alcance de todos. Pero con la imposición de sanciones en agosto de 1990, las provisiones fueron racionadas. Al principio, las deficiencias se pudieron suplir con alimentos que se vendían en mercados públicos, pero los precios del mercado se han disparado. La harina cuesta 20 veces más de lo que costaba el año pasado, mientras que el arroz cuesta ocho veces más, el té 11 y el azúcar sale a 14 veces su precio inicial. A cambio, los salarios prácticamente se han estancado.
Un ama de casa en Bagdad aseguró que la ración mensual para su familia, de seis miembros, cuesta 10 dinares y sólo vale para 10 días. El resto del mes hay que adquirir la comida en el mercado a un precio de 150 dinares.
Teniendo en cuenta que el salario medio oficial está entre lo,, 100 y los 200 dinares mensuales y que con él también se tienen que cubrir los recibos de la luz, el alquiler, el agua, la electricidad y la ropa, esta ama de casa se preguntaba cuánto tiempo podrían sobrevivir a base de créditos y de la venta de sus escasos bienes.
Aún peor
En el sur de Irak, donde tras la guerra del Golfo las sublevaciones shiíes causaron tanta destrucción como la guerra misma, la situación es aún mucho peor. En la provincia de Misan, la cosecha de cereales ha sido un desastre. Como consecuencia del bombardeo de la red de electricidad, los agricultores, que dependen casi totalmente de sistemas de irrigación eléctricos, se encontraron sin agua para la cosecha. La temporada de cultivo, que se lleva a cabo en octubre, tiene peores perspectivas que las del año pasado. Aún no se dispone de electricidad suficiente como para hacer funcionar los sistemas de irrigación; las bombas no han sido reemplazadas y no existe material de repuesto. Sin importaciones y sin una red de distribución va a ser dificil que haya siquiera cosecha en 1992.
En agosto de 1990 funcionaban 60 granjas de gallinas en la provincia, y en cada una de ellas se criaban alrededor de 20.000 pollos cada 45 días. En diciembre ya habían cerrado todas. Abu Hamith, un granjero que reside cerca de Al Amarah, había mantenido a su mujer y a sus 10 hijos con 50 vacas. Pero el alimento de las vacas se disparó de 250 a 1.000 dinares por tonelada, lo que les obligó a vender sus vacas. Ahora la familia subsiste gracias a regalos y créditos que les permiten complementar su ración.A los escasos suministros alimenticios y a una agricultura en decadencia se une una situación sanitaria en declive. En la gran ciudad de Al Amarah, tuberías destrozadas y bombas rotas han causado la formación de grandes lagos de aguas residuales que han inundado las calles. Las tuberías dañadas, por donde fluye el agua potable, se mezclan con los residuos. Los hospitales y demás centros sanitarios informan de casos de cólera, enfermedades tifoideas y diarrea.
En una clínica en la ciudad de Salam, donde 30.000 personas viven al borde de las marismas, se han detectado los primeros brotes de las enfermedades de desnutrición, marasmo y kwashiorkor; ninguna de las dos había sido detectada durante décadas en centros sanitarios, pero ahora 400 niños con menos de dos años acuden a la clínica para recibir una alimentación suplementaria.
Puede que no falte mucho para que las escenas se parezcan más a las que se viven en los campos etíopes o sudaneses que a las de un Estado petrolero. Pero si la vida es dificil en las planicies entre el Éufrates y el Tigris, no lo es menos en las montañas del noreste. Desde las revueltas kurdas que siguieron a la guerra del Golfo, grandes áreas han caído bajo el control de los peshmerga kurdos, mientras que otras están bajo el control conjunto de los peshmerga y el Ejército iraquí. Esperanzas de una paz negociada y una autonomía para el Kurdistán iraquí han hecho volver a muchos kurdos a casa. Más ele un millón han regresado a sus respectivos pueblos desde Turquía e Irán mientras otros vuelven desde pueblos controlados, construidos por el Gobierno iraquí en los años ochenta.
Casas arrasadas
Los verdaderos pueblos kurdos fueron destruidos con eficacia por el Gobierno iraquí. En Said Sadiq, cerca de Sulalmaniya, las casas fueron arrasadas después de que los kurdos fueran expulsados a la fuerza en 1988. Ahora, más de 70.000 kurdos han regresado y están reconstruyendo sus casas sobre las ruinas de sus viviendas originales.
A medida que el invierno se aproxima, las posibilidades de cobijo se están convirtiendo en un verdadero problema. Los kurdos que se queden en las moritañas se enfrentarán a un invierno con nieves abundantes y temperaturas por debajo de los cero grados. Muchos morirán si no se llega a un acuerdo entre el Gobierno iraquí y los rebeldes kurdos que anime a éstos a abandonar las montañas.
Para asegurar una ayuda significativa a Irak, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ya ha autorizado la venta de petróleo iraquí por valor de 1.600 millones de dólares, destinados a una cuenta que cubra el abastecimiento y el control de la ayuda humanitaria y alimenticia.
Pero, según un informe del secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, la ayuda será escasa y llegará demasiado tarde. Irak puede compensar este déficit si se le permite vender más petróleo y venderlo antes. Pero el tiempo se está agotando para los iraquíes.
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