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No hubo chamacazo

Marca / San Gilen, Chamaco, Sánchez

Novillos de José Luis Marca, bien presentados, flojos; 2º y 3º, inválidos. El San Gilen: aviso, palmas; silencio. Chamaco: palmas; aviso, silencio. Manuel Sánchez: oreja; aviso, oreja. Plaza de las Arenas de Nimes. 20 de septiembre. Tercera de la feria de la Vendimia. Tres cuartos de entrada.

Chamaco es todo un ídolo en Nimes, pero incluso entre sus idólatras se le van adivinando las limitaciones. No consiguió dar el mitin, pero también es verdad que el horno no estaba para bollos, porque el ganadero Marca envió una novillada muy floja, y el primero del ídolo era un inválido, para decir a la francesa, digno del Panteón. Chamaco hace cosas que caen bien al público, como tomarse el trabajo de voltear en el suelo la montera para que quede al revés (lo cual es original, pardiez), o abrirse con garbo la chaquetilla. Al inválido, Chamaco, aunque poniéndosele fuera de cacho, lo quería torear despacio, pero el novillo andaba siempre por tierra. En su segundo, el diestro quedó desarmado más de tres veces, y sufrió coladuras porque torea encimista y no manda. Apuntó desplantes de los suyos, pero al público no le bastaron para enloquecer de gusto. La incógnita es si Chamaco dominará alguna vez sus por ahora invencibles impulsos de hacer ante un toro lo primero que se le pasa por la cabeza.Sí caló Manuel Sánchez. El vallisoletano mostró un toreo cuidadoso, casi sedoso, aunque algo perfilero en el primero de su lote, también inválido; buscó la quietud con el capote, y con la muleta dibujó pases de interés. El que cerró plaza le miraba mucho, y Sánchez está en edad de que le miren las chicas, pero un novillo se supone que mira con otras intenciones y mejor no comprobarlo. Tuvo Sánchez que lidiar con más insistencia que elegancia pero acabó utilizando el encorajine para poderle al enemigo. El público le premió por su dignidad, que sugiere un futuro interesante.

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Toros al 'dente'

El francés El San Gilen es un chavalote cuyo tamaño y reciedumbre le hacen ser un banderillero fácil (incluso puso un par de rehiletes cortos citando de rodillas, y era tan alto como el novillo) y un muleteador terco. En el primero alargó la porfía de un novillo desganado y en su segundo desistió ante el feo estilo defensivo y peligroso del novillo.

Los tres diestros, mal con la espada; en cuanto al presidente pareció querer indicar, con el no pasar un solo aviso, que su reloj tiraba a suizo.

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