_
_
_
_

Comunistas, y a mucha honra

La fiesta del PCE comienza hoy sin PCUS y sin complejos

A muchos se les saltaron las lágrimas al ver las estatuas de Lenin por los suelos moscovitas. Les duele, pero no se arredran. Los comunistas españoles luchan contra el descrédito de hoces, martillos y banderas rojas. "Mientras haya injusticia, tendremos razón para existir", piensan, Intentan no desanimarse, aunque sienten que la historia es injusta con ellos: les perjudica el derrumbe del socialismo real en la URSS, un sistema que criticaban desde hace más de 20 años, y creen olvidada su lucha contra la dictadura en España. Hoy inauguran su fiesta.

Chiri lleva al cuello un colgante de oro con la hoz y el martillo. Este minero asturiano que anda por los 40 años milita en el PCE desde 1967. Ha venido voluntario desde Langreo para trabajar en los preparativos de la fiesta del partido. Se define como "marxista-leninista, pero actualizado". "Tengo fe en que el comunismo resurja. Tiene razón de ser mientras exista la explotación del hombre por el hombre", afirma."Yo veo la explotación todas las mañanas a las siete, cuando voy a trabajar", apunta Luis Mayoral, militante desde 1985 y empleado en la cadena de montaje de Renault en Villaverde (Madrid). "Como la sociedad de consumo no me gusta, aspiro a cambiarla", explica.

Obreros sin mono

Tanto Luis como su compañero en el partido y en la fábrica, Eusebio Calle, detectan "el reflujo del movimiento obrero". "La gente apenas se afilia, tampoco se moviliza. Pero hay que seguir trabajando. La clase obrera ya no es la gente con mono azul, somos todos los asalariados, desde el gerente hasta el último. Lo revolucionario es luchar por un buen convenio", apuntan.

"¡Es que no te va a salvar Mario Conde! Ahora, como ha caído el PCUS, a lo mejor me afilio al PCE, porque alguien tiene que seguir preocupándose por cambiar lo que hay", tercia Raúl. Es el hijo de Eusebio Calle y echa una mano a su padre para poner en marcha la fiesta. "Hay un rechazo general de los jóvenes a militar en cualquier cosa, pero no a participar", explica Vicencio Gómez, de la dirección de las Juventudes Comunistas.

No todos han seguido el ejemplo de Raúl. El frecuente carácter hereditario de la militancia comunista se ha roto y aumenta la edad media de los 62.020 afiliados -llegaron a ser 200.000 tras la legalización, en 1977-. "Mi abuelo fue fundador del partido. Mi padre militó en él. Yo me afilié en 1958 y estuve diez años en la cárcel. Mis hijos ya no me han seguido aunque, por lo menos, son de izquierdas", cuenta Víctor Díaz Cardiel. En su agrupación acogen "con un aplauso cerrado" a quienes acuden a afiliarse: "Vienen pocos, pero siguen viniendo".

"No sé qué pensaría Dolores de todo esto tan tremendo. Son cambios que uno no podía pensar", reflexiona la fiel compañera de Pasionaria, Irene Falcón, de 83 años. "Ahora es más complicado ser comunista, pero seguiré defendiendo mis ideas hasta el último aliento. Nuestra historia no es como para tirar la toalla", añade.

Jóvenes y mayores saben que corren tiempos difíciles para su ideología, necesitada de redefiniciones. Hablan de compañeros que se han desanimado, pero ellos no renuncian a los ideales ni a emocionarse cantando La Internacional. Disolver el partido les parece un error, aunque apoyan su presencia en Izquierda Unida. Los más viejos, conocedores de las cárceles franquistas, recuerdan tiempos peores. "He pasado momentos más terribles, como cuando, al acabar la guerra nos perseguían en Madrid. El descrédito es momentáneo", afirma Simón Sánchez Montero, de 76 años. "A mi me parece que sufrimos una caza de brujas moral. De la misma forma que los cristianos no renunciaron a sus creencias porque existió la Inquisición, nosotros mantenemos nuestros ideales a pesar del desastre del PCUS, partido al que llevávamos años criticando", tercia Marcelino Camacho, otro militante desde la República.

"El socialismo real es una batalla perdida, pero la guerra continúa. La revolución, entendida como la transformación de la sociedad, sigue siendo necesaria". dice Santiago Alvarez. A sus 78 años, lleva en la dirección desde 1937. Lo ha visto todo y le duele especialmente que la sociedad pueda meter en el mismo saco el derrumbe comunista en el este de Europa y la viabilidad del PCE.

"El descrédito nos afecta, pero se confunden quienes piensan que el comunismo ha terminado. Puede parecer que el capitalismo ha acabado por tener razón, pero no es así", añade Álvarez, diez años de cárcel a sus; espaldas -seis de ellos en total aislamiento-.

PCUS, el gran ausente

De vuelta al escenario de la fiesta, Manuel Almodóvar, de 68 años, coloca los farolillos en el pabellón de Andalucía. "Nací y moriré comunista. Los rusos que se las ventilen, como nosostros nos las hemos ventilado. Seguro que vuelven a ser comunistas en cuantito se den cuenta de le, que es el capitalismo", apunta este jerezano.

"Habrá comunistas para largo. Ahí están los chinos, que son más de mil millones", tercia José Casado. "En Cádiz tenemos ahora el mismo número de carnés, 2.750, que en el año 77, añade Francisco Bustillo.

En el Pabellón Internacional, Cleofeo Sánchez prepara los paneles que alojarán a los diezmados partidos amigos, entre ellos los comunistas de Irak, Irán, China, Cuba, junto a kurdos y sandinistas. De Europa vienen portugueses, franceses, griegos, italianos, daneses, austriacos, yugoslavos de Bosnia y alemanes. Adiós al PCUS, antaño una de las estrellas de la fiesta. La representación soviética se limita al diario Pravda. "Los rusos tenían mucho tirón. Ya no son el espejo donde mirarnos, pero son los hombres los que han fracasado, no la teoría", dice Cleo, entre martillazo y martillazo.

Poco más allá, Juan maneja el pincel con esmero. No pinta el cuadro de un futuro ideal en el que todavía cree, sino paneles de adorno. A este artista de 65 años se le puso "la carne de gallina" el mes pasado, cuando vio derribar las estatuas de Lenin. "Si a alguien tiene que venerar la clase obrera es a él", afirma. No pierde la esperanza: 'Tendrá otra revolución, aunque yo no la veré". Mientras, se mantiene firme: "Sigo siendo comunista, y a mucha honra".

"Otro sabor"

"Tiene otro sabor" es el lema de la fiesta del PCE, pero los organizadores niegan que haya que sacar lecturas políticas de tan suave y salsero llamamiento. Ya no acuden todos los partidos hermanos, porque la historia no ha tenido compasión con ellos. Este año, la solidaridad con el Sahara será uno de los ejes. La Fiesta espera reunir desde hoy hasta el domingo unas 150.000 personas. El lugar es el mismo que otros años, la antigua Feria del Campo. Dos mil militantes trabajarán gratis, pero su descenso se deja sentir: Se han contratado servicios de infraestructura que antes cubrían los militantes.Las posibilidades de entretenimiento van desde la comida regional -atención a los innovadores catalanes y su oferta de daikiri compatible con butifarra-, hasta la música y la política, ésta en menor medida que antes.

Luis Pastor y Ramoncín, el viernes, Carlos Cano y Cómplices, el sábado, junto con un par de orquestas, se encargarán de animar el escenario que acogerá el mitin político del secretario general del PCE, Julio Anguita, el sábado por la noche. Los debates sobre la situación actual también tendrán su hueco.

Víctor Díaz Cardiel, en la organización de estos festejos desde el primero, en 1977, cree que la fiesta está menos politizada que antes. "Mantiene su carácter lúdico, solidario y abierto, de lugar de encuentro".

Aunque la asistencia ha disminuido, sigue siendo rentable, explica el encargado de Finanzas del PCE, José María Coronas. "Sacamos diez o doce millones de pesetas de beneficios -el contrato de los artistas supone ocho millones de pesetas- , porque a base de bocatas y vasos de vino no hay grandes márgenes".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_