La soledad filipina
HACE UNOS años, la desaparición de las bases norteamericanas en las Filipinas habría sido considerado un hecho de enorme magnitud en el equilibrio regional de Asia. Hoy, su probable desmantelamiento no pasa en el fondo de ser un acontecimiento de la política local. Ello da la medida de lo que ha cambiado el mundo tras la retirada de la Unión Soviética de gran parte de la escena internacional.La presente situación del antiguo coloso comunista no es la causa de que el Senado filipino haya votado, por el margen de sólo un voto, el cierre de la base de Subic, pero sí ha permitido que los senadores se hayan tomado semejante libertad y, sobre todo, que Washington contemple el hecho ecuánimemente.
La desaparición de Subic es un pésimo negocio económico para Filipinas -una pérdida de cerca del 2,5% de su producto nacional bruto- y un mal asunto político, en la medida en que las peticiones de ayuda económica de la Presidenta, Aquino van a tener ahora una fría acogida en Washington. Es incluso concebible que una mayoría del pueblo filipino desee la continuidad de Subic como base militar de EE UU. Por ello, la única posibilidad de que la presidenta lo consiga, como pretende, sería que llevara a efecto su promesa de convocar un referéndum sobre el particular. Y sin embargo, el Senado, que no es exactamente izquierdista, ha votado en contra. ¿Por qué? `
El motivo principal es de índole política. En mayo del próximo año se celebrarán elecciones presidenciales, a las que, si mantiene su palabra, Cory Aquino no va a presentarse. Ante la desaparición de la restauradora de la democracia, el ambiente político está de lo más agitado. Bullen en todos los partidos los precandidatos autodeclarados, los candidatos a candidatos y los candidatos por declarar. Y muy al estilo del país, esos aspirantes se oponen en muchos casos entre sí dentro de un mismo partido. Unos son partidarios de la alianza con Estados Unidos, pero sin bases, en una relación de igual a igual; otros quieren el dinero norteamericano pura y simplemente; algunos consideran que no es posible prescindir hoy, pero sí mañana, de Subic, y finalmente, incluso persiste quien habla de, antiimperialismo y actúa como si el mundo fuera de otra manera.
En resumen, todos toman posiciones con vistas a la contienda electoral en el vacío que deja Cory Aquino. En líneas generales se coincide en que, a medio plazo, la presencia norteamericana es incompatible con el nacionalismo filipino, pero se difiere en si el momento ha llegado ya o no para cortar el cordón umbilical militar con Washington. Por otra parte, la evidente desigualdad de los términos en que se ha negociado el tratado vino a dar la puntilla, a aquellos que pugnaban por el mantenimiento de Subic. Mientras que el Senado filipino ha tenido que ratificar o anular el acuerdo, Washington no había de llevar el texto legal ante las cámaras. Esto supone que la compensación de 203 millones de dólares anuales por los que se suscribía el tratado no podía ser previamente garantizada por el Ejecutivo norteamericano, sino que el Congreso tenía que aprobar ese dinero un curso tras otro, anualmente, hasta la terminación del acuerdo.
Con una situación económica catastrófica, un pandemónium como política, y tina conciencia nacional cuya única base sólida es el antiamericanismo retórico, el futuro se presenta hoy, muy negro para las islas. Hay quien comienza a decir entre la clase política que la salvación de una nación cristiana y occidental como Filipinas en Asia reside envolver la mirada a Europa. Pero lo cierto es que el, continente europeo tiene sus propios y graves problemas, la URSS está tratando de salir del caos, y Estados Unidos no siente como propios los grandes temores en el Pacífico sur. Todo parece indicar que Filipinas se adentra en un mundo de soledades.
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