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Los obispos más abiertos del episcopado atraviesan por una situación "incómoda y difícil"

Francesc Valls

Nunca en la reciente historia de España un obispo presentó su dimisión, a menos que fuera por motivos de salud, hasta la edad de jubilación, los 75 años. Dos prelados han decidido dejar la mitra: Nicolás Castellanos (Palencia) y Ramón Buxarrais (Málaga). Ambos están entre los obispos más avanzados con que cuenta la Conferencia Episcopal. La decisión de los dos fue fruto de una reflexión personal, pero el sector más abierto del episcopado español ve preocupado cómo se reducen sus efectivos y viven, aseguraron a este diario, en una situación "incómoda y dificil" en la conferencia.

"No sería extraño que en un futuro no muy lejano otros dos obispos siguieran el ejemplo de Castellanos y Buxarrais", man iesta un obispo de ese sector, que cuenta con una quincena de obispos, de entre los 70, con derecho a voto. Los dos recientes abandonos, a juicio de los sectores eclesiásticos progresistas, muestran que el malestar por la involución está llegando a las altas instancias. La diversidad de concepciones sobre lo que debe ser la Iglesia ha distanciado en los últimos años a los colectivos que se consideran seguidores del Vaticano II, de la jerarquía eclesial española.Hace tres años se inició este proceso en España con las destituciones de profesores de teología -como fue el caso de los jesuitas José María Castillo y Juan Antonio Estrada-, o de directores de revistas vinculadas a ámbitos eclesiásticos, como los de Vida Nueva, Pedro Miguel Lamet, o de Misión Abierta, Benjamín Forcano.

Los obispos más abiertos no comparten plenamente el análisis de teólogos y cristianos progresistas, aunque expresan su preocupación por el clima de ahogo. "Nos quedamos en cuadro", manifiesta un obispo de ese sector minoritario a este diario. La misma fuente añade que a partir de ahora es de esperar que la política de nombramientos siga aupando a las diócesis vacantes "a personas vinculadas al eje Santiago de Compostela-Madrid-Valencia, los menos proclives a criticar las directrices de Roma y los más afines a la nunciatura".

No hay que olvidar, en este sentido, que en el seno de la Conferencia Episcopal Española cada vez son menos las voces críticas a la gestión que desarrolla la actual cúpula, dirigida por el cardenal Angel Suquía.

Las dimisiones de Buxarrais y Castellanos han coincidido prácticamente en el tiempo con el traslado desde Ávila hasta Tenerifé del obispo Felipe Fernández. Oficialmente se ha tratado de un procedimiento normal y correcto, incluso una promoción al ir a una diócesis más importante numéricamente. Oficiosamnte, la explicación está en su oposición a la solución dada por el Vaticano a la división de las monjas carmelitas. De esta manera, Felipe Fernández dejó Ávila -una diócesis poblada de carmelos- y el 11 de agosto pasado tomaba posesión de Tenerife.

Diócesis vacantes

A ello hay que sumar que ocho diócesis están vacantes y que se espera el nombramiento de tres obispos auxiliares: Madrid, Valencia y Oviedo. La política de nombramientos seguida bajo el pontificado de Juan Pablo II ha sido, en líneas generales, de orden claramente conservador.

Málaga, Coria-Cáceres, Guadix-Baza, Ibiza, Palencia Zamora y Ávila son, junto a Astorga -la dimisión de cuyo titular fue aceptada a finales de agosto-, las diócesis actualmente vacantes. De continuar la tónica de nombramientos seguida hasta ahora, el sector más fiel a las actuales directrices eclesiásticas tendría asegurada una holgada mayoría.

Precisamente uno de los obispos que ahora abandona, Ramón Buxarrais, ha sido uno de los pocos prelados que han expresado discrepancias hacia determinadas actuaciones del nuncio. Ego le valió, en 1988, un monitum o advertencia del Vaticano. Cierto es que Buxarrais tomaba somníferos desde hace tres años y que el año pasado fue operado de una hernia discal. Sin embargo, fuentes eclesiásticas apuntan que, en un clima más propicio a sus planteamientos, quizá hubiera continuado en el cargo.

Buxarrais expresó su deseo de que el cargo de obispo fuera por un periodo corto, y no hasta los 75 años, en 1983 en la revista Sal Terrae. Ese texto fue el que hizo reflexionar a Castellanos sobre la conveniencia de irse al Tercer Mundo.

El hasta ahora obispo de Palencia, el último de los prelados nombrado por Pablo VI, ya había notificado en 1986 a la Santa Sede su intención de dimitir para "colocarse en las raíces de la autenticidad". Castellanos dejó claro que "en el Tercer Mundo no hay otra teología que la de la liberación", y aseguró que el Papa era avanzado en lo social, aunque conservador en el interior de la Iglesia.

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