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Noches prohibidas del Retiro

El autor aboga por la apertura del Retiro durante las veinticuatro horas del día para que los ciudadanos del centro, agobiados por el calor y el asfalto, puedan disfrutar de este parque. Denuncia el abandono, la escasa vigilancia y el sinsentido de que el recinto quede sólo abierto por la noche para algún que otro festejo.

En nombre de la seguridad ciudadana han dictado la orden de cerrar el Retiro en las noches de verano, al igual que en las de invierno. Sin embargo, entran comensales de capricho, cámaras de televisión privada, instigadores y propagadores del miedo, motoristas incontrolados y automovilistas de lujo.En nombre de la seguridad ciudadana no quieren que el viento fresco de las noches de calor acaricie las mejillas de unos niños en vacaciones, a los que acompañan sus padres en sus juegos o con sus bicicletas.

' No quieren que en las noches de luna llegue el perfume de magnolias a un matrimonio que celebra sus bodas de oro, y les gusta pasear, sentarse y contemplar las estrellas, o escuchar la radio, o hablar de sus hijos y sus nietos.

No quieren que haya enamorados que escuchen el sonido del agua, descubran los madroños, mientras sienten su presente y tratan de imaginar su futuro.

Tampoco quieren hábiles equilibristas, ciclistas y patinadores. Ni a seres solitarios caminando por la Rosaleda, en compañía de su soledad, donde un pino centenario o una acacia herida les dan consuelo.

Y es que el Retiro es cobijo para los desheredados, sentimientos de pasión por la existencia, y lugar de encuentro de la amistad y la convivencia.

Pero las noches están prohibidas en este parque de Madrid, pulmón y corazón- de albergues. Donde sus vecinos saben de sus barrios como nadie. En el de Salamanca no todos tienen mansiones. Hay muchos todavía que ni siquiera descansan por la riqueza decibélica y de anhídrido carbónico. No sólo es este barrio el que goza de tales privilegios sociales. También están Atocha, Lavapiés, Sol, Vallecas, Legazpi, Ciudad de los Ángeles y tantos otros que necesitan menos contaminación, ya que en las horas nocturnas estivales el calor no les permite nadar de noche, ni respirar en extensos pinares.

Dicen algunas autoridades municipales que el peligro está en la noche. Por eso cierran -sus puertas; como se sabe, en muchas zonas no las hay, ni tampoco verjas. Y entra la brigada de los adolescentes salvadores de la hombría. Un menor de conducta sospechosa se dirige a sus colegas: "Si vais a pegar maricones, avisadme". Y le avisaron, y -según cuentan- lograron linchar a uno hasta dejarle inconsciente. Los protectores de la ley y el orden no estaban presentes.

La hombría inculcada no está en imponer, dominar, insultar, agredir y matar. Porque si así fuera, no habría vida ni hombres.

Pero la vigilancia diurna es eficaz: en la última feria del libro los amantes del fuego prendieron 20 casetas (estaban vacías) a mediodía. Las fuentes, a veces obstruidas, dejan sediento al visitante; sin embargo, hay bocas de riego abiertas durante horas. Sobre esto, un municipal me comentó que se dejaban así para regar, y pensé, burdamente, que el asfalto no crece por mucho que lo rieguen. Hay otro sistema.

Estatuas mutiladas

Distingo para los acariciadores de estatuas. La del doctor Cortezo está mutilada, otro doctor del Parterre decapitado y sin manos, y no porque rechacen el proyecto Abril, o porque les caigan mal los doctores. Algún fauno obsceno o ninfa indecorosa no tienen envidia a sus companeros. Al apóstol del árbol creyeron que le sobraba la nariz. A Pérez Galdós tampoco le fantan caricias.

Para probar fuerza los forzudos desprenden los bancos para lanzarlos al estanque, o con machetes quedan como delicados y eficaces cilicios. Y para que no sepan de sus audacias, creen que sobran farolas y las liberan. 0 se van a la pesca del pato para saber cómo se defiende antes de ahogarse.

El césped queda impresionado, arrugado y hasta calcinado por sitios; es la prueba del cariño que le demuestran. Ha sido de día y sin sol ardiente. Pocas cosas sin importancia.

Lo importante es ganar, festejar y Celebrar. Así lo hacían los recién estrenados concejales-presidente.s de las juntas municipales de distrito. Era también de noche, no había peligro ni delincuencia. Se dieron cita en Pombo (Florida Park), donde la bebida y el condumio no estaban ausentes. Como tampoco las arrogancias, las descalificaciones y vítores estentóreos. Algunos de ellos iban a recoger el laurel de oro que una empresa afin entregaba condicionalmente a los empresarios, como el carnicero Matanzo. El concejal de Retiro no asistió. La eficacia se cumplió.

La noche del helicóptero y los turismos con incorporación de sirena y focos fueron al estilo neoyorquino. El festival de títeres se inauguró con éxito, pero titiriteros y espectadores quedaron encerrados, según nota oficiosa. Y el helicóptero iba como estrella de Occidente indicando la salida.

El helicóptero seguía su acrobacia lurninosa. Los patrulleros polleíales no se quedaban atrás. Las fam 1 lias que paseaban, o permanecían sentadas en bancos o en las sillas de las terrazas, se preguntaban -por tanto movimiento. "Estarán rodando una película a, lo James Bond, o Indiana Jones.

A una pareja de jóvenes, un policía municipal les pidió la documentación. Y llamó a Santander a los padres de la joven para saber qué hacía su hija en Madrid. El municipal les aconsejó que no estuvieran en el Retiro después de las 22.30, porque había mucho peligro y demasiada delincuencia.

En laplaza del Ángel Caído, un inspector de policía se ufanaba de haber practicado 10 detenciones, de llevar tres noches sin dormir y de no ser socialista. El inspector, recordando viejos tiempos, invitaba a la gente a desalojar el parque, porque era muy peligroso e inseguro quedarse allí. ¿Qué podemos esperar de un policía municipal y un inspector que reparten miedo y producen pánico?

No al cierre del Retiro, ni en las noches de verano, ni en las noches de invierno. O todos o ninguno, como escribiera Brecht.

José María Alonso Martínez es escritor.

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