El círculo de la Gran Canaria
Foto: Cristina García RoderoLlegué a Las Palmas el día en que se produjo un minúsculo acontecimiento local. Se reponía en la calle Triana el reloj de Juan Pflüger, relojero alemán instalado en la ciudad a comienzos de siglo. Ello me hizo pensar que hubo un tiempo en que existió una diáspora de relojeros alemanes esparcidos por los pueblos y ciudades de España; gente minuciosa, expertos en mecánica, en joyería y en óptica, que conservaban de por vida un acento licoroso que surgía de la glotis, pero llegaban a integrarse con dignidad y empaque en la sociedad del lugar. En mi ciudad de origen se instalaron los Frübeck, ópticos, de los cuales más tarde brotó una generación de músicos y poetas. Al parecer, Juan Pflüger fue el relojero alemán que correspondió a Las Palmas. Por desidia o abandono el reloj fabricado por Juan Pflüger había marcado durante los últimos 30 años las seis y media. Cuando yo llegué eran las doce. El municipio lo acababa de restaurar.
En el hotel encontré un mensaje: "¿Volverás de las Islas Afortunadas?"
Doblé el papelito en dos, luego en cuatro, luego en ocho, y lo guardé en el bolsillo del pantalón.
La ciudad de Las Palmas se describe fácilmente. Es un híbrido explosivo de Tijuana y Benidorm. De Tijuana posee la costa desolada con aspecto de escombrera, el urbanismo súbito en barrancos, las chabolas periféricas y provoca el deseo irresistible, pero pronto controlado, de escapar.
A ello se añade el carácter fronterizo, que en Tijuana es una verdadera frontera y en Las Palmas es un puerto franco que derrama su pacotilla y aporta una población inestable o de aluvión. De Benidorm posee la ambición de levantar una muralla de torres frente al mar.
El capitán Roca
Mi buen amigo el capitán Roca conoció la ciudad hace más de 30 años. Su relato, cargado de nostalgia militar, describe una ciudad adormecida, de aspecto colonia], alejáda del trajín portuario, ceñida al núcleo urbano del parque de San Telmo y de la catedral. Las fachadas combinan el basalto y el almagre, o el basalto y la cal. El Colegio Oficial de Farmacéuticos ofrece el insólito ejemplo de una fachada modernista labrada en basalto.
Los ligeros arabescos del estilo fin de siglo se aplican a la durísima roca volcánica en una formidable contradicción de significados; la representación del sueño de una noche de verano extraída a golpe de cincel del magma intolerable que se cuece en el centro de la Tierra. No muy lejos se encuentra el Museo Canario. Es un edificio espacioso, de tarimas satinadas, que exhibe en sus vitrinas arriba de un millar de calaveras guanches.
En el museo de Santa Cruz de Tenerife se conservan, en una suerte (le capilla antropológica, otras 300 más. Tamerlán edificaba pirámides con las cabezas de sus enemigos. Occidente encierra en los museos los cráneos de los pueblos exterminados so pretexto de poderlos estudiar. Ambos comportamientos encubren el mismo hecho objetivo. La ciencia añade al monumento del bárbaro un aliciente más.
(Desde el hotel efectué una llamada a un teléfono que no respondía. Una hora más tarde repetí la llamada sin ningún resultado. ¿Por qué la noche ha de ser silenciosa? ¿Por qué el satélite o el cable submarino detenían la comunicación? Cené en el hotel y salí a pasear. ¿Por qué estar solo?
Los pies desnudos
En la calle Tomás Miller un videosex ofrece largometrajes, semiesquina con la calle alucinante del Sargento Llagas. Es un sótano que garantiza un aforo de 100 personas. Éramos al menos 50 más. Dominaban los tripulantes de los pesqueros rusos, gente brava, de incomprensible y ruidosa eyaculación. Más tarde, en las altas horas, la playa de las Canteras ofrecía un camino fresco a los pies desnudos entre el dibujo fosforescente que dejaba el mar).
Desde lo alto de la Cruz de Tejeda o desde el Pozo de las Nieves se descubre el perímetro circular de la isla. Al Sur se halla Maspalomas. En la 11 Guerra Mundial los náufragos de un submarino británico lograron arribar en un bote neumático a esta parte de la costa. Durante tres días caminaron por un desierto, y a punto estuvieron de morir de sed antes de llegar a Mogán. Hoy día Maspalomas es la más fantástica concentración turística que se pueda imaginar. Sin duda es uno de esos lugares donde se fragua el hombre del futuro, en este caso en su versión lúdica, en el aspecto que se refiere al ocio. Son turistas dóciles, de mirada ausente, ligeramente alborozados. Los vuelos charter los traen de toda Europa. Bajo el sol implacable se acentúa su carácter de mutantes en un mundo calcinado. Maspalomas es también un centro de comunicaciones espaciales. (Volví a llamar dos veces por teléfono. Una comunicaba y otra el timbre resonaba en un ámbito vací.9. Aquella misma noche volvería a llamar).
Queso de flor
Dos días en Gran Canaria me habían dado un resumen geográfico y humano donde sobresalían varias cosas. Rutas sinuosas de palmeras y eucaliptus. Gentes abigarradas del puerto y paisanos afables del interior. Me vi entre una excursión que compraba relojes de pulsera como si les hubiera faltado la hora desde varias generaciones atrás.
Visité la catedral de Arucas, un monumento inquietante, fantástico, concebido por un arquitecto iluminado. En su interior alberga un Cristo yacente y parece que todo el monumento hubiera sido proyectado para servir de cáscara o sarcófago a ese hombre muerto. Una tarde fui a contemplar la puesta de sol al faro de la Sardina. El mar andaba encrespado. Soplaba el Levante. Cené queso y una porción de higos. El queso era de Guía y a la cuajada se le había añadido, no sé con qué objetivo, un puñado de semillas de la flor del cardo. Los higos eran pequeños y muy dulces. Al queso le llaman precisamente queso de flor.
Ni un día sin escribir una línea, me dije, de ahí surge una visión acuciante, extasiada, del mismo modo que de niño se vive la gloria de un tiovivo. ¿Qué hacía yo allí? Desde el balcón del hotel divisaba la playa. La habitación refrigerada era un iglú. Pasé una tarde con los pies en el balcón olfateando la dirección del viento. El viento de tierra era arenoso. Si saltaba de cuadrante traía un olor a gasóleo y a trebejos de pescador. La prensa deportiva anunciaba acontecimientos locales. Lucha canaria en La Viña. Lucha canaria en la localidad de Moya. En el equipo de La Viña luchaba Ambrosio Hernández, El Pollo del Callejón. En Moya se enfrentaba la Cooperativa de Taxis Las Palmas con el equipo local. Según la prensa, se cumplía el tercer aniversario de la muerte de un luchador memorable, Manuel Marrero, El Pollo de Buen Lugar. Decidí ir a ver lucha en Moya porque me dijeron que eran cuartos de final.
La noche era tibia. El terreno era una plaza de toros de dimensión reducida. Los luchadores salían a enfrentarse como carneros celosos. El reglamento de la lucha es muy sencillo, consiste en derribar al adversario y hacer que toque el suelo de otro modo que con la planta de los pies. Los muchachos se agarran con fuerza, resoplan, se enardecen mutuamente, y en un rápido desenlace el árbitro proclama al vencedor parcial, que entonces da la vuelta al ruedo recogiendo propinas en metálico antes de volver a luchar. Luchadores de 18 años llegaban a los 120 kilos. No faltaban los luchadores de nervio, enjutos, mañosos. Algunos luchadores se santiguaban con un puñado de arena (la fuerza de Anteo es el contacto con la tierra).
¿Volverás?
El espectáculo no es feroz. Todo se desarrolla en una atmósfera ingenua, bon enfant. Hay algo de exhibición primitiva. Entre el público no escasean las mozas casaderas. La mujer de un luchador había acudido con el bebé en su cochecito para animar a papá. Regresé a la ciudad apaciguado por el espectáculo de la fuerza ajena. Todo el mundo parecía satisfecho porque había ganado el equipo local.
(Era ya tarde cuando hablé por teléfono.
-¿Volverásde las Islas Afortunadas?
El aire acondicionado del hotel me había acatarrado.
-Gorberé.
-¿Cuándo?
-Mañana.
-No sé si podré ir a esperarte al aeropuerto.
En el avión desplegué el plano de las islas Canarias, que son siete. Es posible que exista la isla que me hubiera recogido, la octava isla. En los portulanos antiguos la llaman la Perdida, o la Encatanda, o la Encubierta, y sin duda es la isla flotante de San Brandán).
mañana: Baleares/11
Teoría de Ibiza
Manuel Vicent
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