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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

El PCUS cavó su propia fosa

El partido que dominó la Unión Soviética fue incapaz de hacerse demócrata

Pilar Bonet

La disolución del Partido Comunista de la URSS (PCUS), un hecho al que le quedan sólo un par de trámites formales para poder darse por concluido, supone el reconocimiento forzado por las circunstancias de que esta fuerza política ha fracasado en el intento de transformar su naturaleza de casta en un partido parlamentario, capaz de coexistir y competir civilizadamente con otros en elecciones plenamente democráticas.

Después de la bochornosa peripecia del golpe de Estado comunista, la decisión del presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, de exigir al Comité Central del PCUS su autodisolución y entregar la propiedad del partido a los sóviets (consejos) para su custodia, hasta decidir su destino de acuerdo con la ley, no sorprende a nadie, con excepción tal vez del mismo Gorbachov, que se ha aferrado al partido más allá de los consejos de los reformistas que, como Alexandr YákovIev, trataban de sacar al secretario general del PCUS de sus vacilaciones.El partido que encontró Gorbachov al llegar al poder en la primavera de 1985, gracias al voto en el Politburó de Andréi Gromiko, era una gerontocracia que desempeñaba todas las funciones del Estado. El partido, la partmafia, según expresión del economista Vasili Seliunin, funcionaba como la verdadera estructura de poder que vertebraba el Estado. Todo lo demás eran prolongaciones y ramificaciones del partido, y el secretario del Obkom (el comité regional) era un ser todopoderoso en su provincia.

Tras la retórica formal, el esquema de funcionamiento del Estado era muy primitivo, y no daba respuesta a las necesidades creativas y de nuevos estímulos que la revolución técnico-científica planteaba a la sociedad soviética si quería seguir compitiendo con EE UU como superpotencia.

La fórmula inicial de Gorbachov, basada en la renovación leninista o vuelta a los orígenes y la glasnost o transparencia informativa, desató las lenguas y el espíritu crítico. Se empezaron a usar palabras normales y desaparecieron los retoques de fotografías, que, a veces, dejaban un número impar de piernas junto al féretro de algún que otro dirigente muerto.

Gorbachov, sin embargo, tenía que ir con pies de plomo para no ser defenestrado al frente de la dirección comunista. Y si era un reformista, tenía que ocultar sus intenciones a quienes no le iban a dejar realizarlas. La lucha entre la gerontocracia brezneviana y los miembros de la primera y la segunda generación de la perestroika se ha caracterizado por las intrigas.

Dos generaciones

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A la gerontocracia brezneviana le importaban sobre todo sus privilegios (que llegaban a permitirles disfrutar de comodidades que serían normales en una sociedad occidental). Las dos generaciones de la perestroika tenían en común su deseo de cambio y su rechazo de la corrupción vigente entre los funcionarios del partido. La primera generación (en la que se encontraba Yegor Ligachov, un veterano tiburón del comunismo) apostaba por la renovación moral y el leninismo entendido como superación del estalinismo, pero no como un desarrollo de la Nueva Política Económica (NEP) que Lenin emprendió en los últimos meses de su vida. De la NEP se pasó a la economía de mercado, y el primero en desenmascararse completamente en la defensa de esta palabra temida fue Alexandr YákovIev en la localidad de Perm, en los Urales, en 1988.A la llegada de Gorbachov al poder, los militantes de base eran indiferentes a la vida del partido, pero Gorbachov les sacó de la abulia. El partido llegó incluso a crecer durante los primeros años de la perestroika y alcanzó los 19 millones de miembros. La XIX Conferencia del PCUS, en 1988, fue un gran acontecimiento que cambió las prioridades desde el primer proyecto de reforma económica a la reforma política. Hasta entonces, sólo quienes pertenecían a la casta de los elegidos -vinculados por un sistema de corte oriental- tenían algo que decir en política. Con la XIX conferencia entraron en escena los disidentes comunistas, gentes como Yuri Gelman, Yuri Afanasiev, Vitali Korotich, y un puñado más que levantó su voz en un foro que había dejado de ser sagrado.

Punto de inflexión

La XIX conferencia, el punto de inflexión del periodo Gorbachov al frente de los destinos de la URSS, generó un nuevo Parlamento semidemocrático donde se coló gente de la calle, aunque un tercio de los escaños eran bien controlados por el PCUS. Aquellas primeras elecciones parlamentarías de 1989 demostraron ya que el partido no tenía nada que hacer en las urnas. Los secretarlos regionales de la organización le reprochaban a Gorbachov haberlos sometido a aquella humillación. El líder los tranquilizó diciéndoles que tenían que aprender a trabajar con nuevos métodos. Y ellos se tranquilizaban a sí mismos asegurando que el 80% de los diputados del Congreso de la URSS eran comunistas. Aquella verdad formal era también una falacia, porque ser "comunista" quería decir cualquier cosa, desde estalinista y socialdemócrata hasta liberal y democristiano. Gorbachov persistió en el equívoco de mantener todas estas corrientes bajo un mismo techo y tratar de satisfacer a todos con una línea de centro que era un híbrido de extremos irreconciliables.Bajo el manto del comunismo se ha formado la inmensa mayoría de los políticos que hoy actúan en la URSS, desde Borís Yeltsin, que fue primer secretario de SverdIovsk y de Moscú hasta Gavril Popov, el alcalde de Moscú, o Anatoli Sobchak, el alcalde de Leningrado (que ingresó en el partido en época de Gorbachov), y Egor Yakóvlev, el director de Novedades de Moscú. Su última gran cita como comunistas se dio en el 28º Congreso del PCUS, en 1990, cuando el Congreso de los Diputados Populares de la URSS ya había abolido el artículo 6 de la Constitución, que establecía el papel dirigente del PCUS. El 28º Congreso del PCUS fue una cita histórica, pues muchos habían mantenido hasta entonces las esperanzas de que el partido pudiera renovarse, es decir, librarse de los sectores dogmáticos, apostando por una opción socialdemócrata, y hacerlo con Gorbachov a la cabeza.

Gorbachov, sin embargo, no se decidió a la ruptura, y fue Borís Yeltsin quien abandonó el Congreso y el partido, dando un ejemplo que siguieron muchos más. Gavril Popov, Sobchak y los jóvenes de Plataforma Democrática, como VIadímir Lisenko, Aridrei Godunov o Stepan Sulakshin, junto con el rector de la Escuela del PCUS, Viacheslav Shostakovski, se marcharon en solitario a bregar en el mar de pequeños partidos sin fuerza para competir. No eran el producto de una escisión, lo que les hubiera dado una base material, sino un desgajamiento.

Retrocesos

Tales desgajamientos se han ido produciendo en el cuerpo del PCUS a lo largo de poco más de un año. Éste ha sido un año de retrocesos notables para el PCUS. Los sectores más dinámicos estaban ya fuera, y en su seno, además de la división en un número de corrientes que representaban seis opciones políticas diferentes, había surgido el Partido Comunista de Rusia, que volvía a planteamientos neoestalinistas. Así se llegó a fines de julio al último pleno del comité central, donde Gorbachov informó que el partido había perdido 4,2 millones de miembros en un año y medio. Con todo, el PCUS seguía siendo una enorme masa de más de 15 millones de miembros (muchos de los cuales no pagan las cuotas y son puramente nominales) cuando se produjo el golpe. Demorando el careo definitivo, con la realidad y la desagradable tarea de pelearse por el reparto de las inmensas propiedades del PCUS, el pleno encontró un compromiso en el horizonte del 29º congreso, que debía celebrarse en otoño.Aferrados a la batalla por los bienes materiales, los 400 comunistas que constituyen el comité central (el parlamento interno del PCUS) aceptaron el nuevo pograma defendido por Gorbachov, que cambiaba la concepción de partido de vanguardia de obreros, campesinos e intelectuales, y, transformaba el PCUS en un partido socialdemócrata. "Si la regulación interna de los conflictos no es posible, entonces habrá que pensar en crear un nuevo partido al otro lado de la verja, pero en principio, honradamente, debemos recorrer todo el camino en el interior del PCUS", decía el comunista Andrei Grashov en vísperas de aquel pleno. El viaje concluyó la semana pasada.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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