"Nos vamos para siempre"
200.000 personas celebran frente al Parlamento ruso la retirada de las tropas
"Nos vamos. Nos evacuan de Moscú y nos emplazan en las afueras de la ciudad", dice un joven sargento perteneciente a un destacamento situado en las colinas de Lenin, a unos 10 minutos del Kremlin.La lluvia, que no ha cesado en toda la noche, cae persistente, mojando la cara redonda de este joven ruso que, con todo su corazón, quiere creer que ya no se verá obligado a matar a nadie.
A media mañana podían verse columnas de tanques que se desplazaban rápidamente por el anillo de jardines que rodea la ciudad, en dirección al aeropuerto moscovita de Vnukovo. La cadena británica de televisión BBC ofreció imágenes de algunas limusinas negras que acompañaban a las tropas en su salida de la ciudad. La misión de estos automóviles podría ser sacar de Moscú a los miembros del autoproclamado Comité de Emergencia.
Durante todo el día, decenas de blindados, camiones de transporte de tropas y tanques ligeros rodaron pesadamente para salir de los alrededores de la plaza Manezh, entre los gritos de alegría de los manifestantes que se agolpaban junto a los rojos muros de ladrillo del Kremlin. "Nos vamos. Nos vamos para siempre", respondía un soldado a preguntas de los entusiasmados transeúntes. Otros soldados enseñaban sus dedos formando el signo de la victoria. Se retiraban, pero habían vencido.
Por la tarde. unas 200.000 personas se concentraban frente a la sede del Parlamento ruso, la Casa Blanca, símbolo de la resistencia al golpe durante los últimos días. "Aquí fue detenido el fascismo", reza una enorme pancarta en la parte frontal del túnel subterráneo desde donde se impidió el avance de los blindados.
Los oradores se sucedían entre los vítores de los congregados. "Estamos aquí ahora sólo gracias a vosotros", exclamaba la periodista Bela Kurkova, la impulsora de Radio Casa Blanca, la pequeña emisora que ha acompañado la vigilia de los defensores de Yeltsin. Los manifestantes recibieron a Kurkova con vítores y ondear de banderas rusas. No en vano, han vivido las últimas horas coA los oídos atentos a los altavoces que, colocados en la fachada del Parlamento, lanzaban al aire las consignas de los que resistían en el inteirior del edificio.
"Esta es,una victoria vuestra, la de, todo un pueblo que se ha opuesto al fascisino", gritaba Nikolái Kobets, ministro de Defensa de Rusia. "No se puede bajar la guardia. El animal herido es el más. peligroso", advertía Kobets. Confirmando esta impresión, los defensores de la Casa Blanca seguían alerta. Las barricadas permanecían en pie, y tres cadenas humanas sellaban cada acceso a la sede del Parlamento. Cansados, con las caras sucias y somnolientas, los cientos de guardias voluntarios se mantenían en sus puestos de vigilancia. Algunos ciudadanos les ofrecían comida, bebida y cigarrillos. Los tanques y carros blindados que defendieron durante 60 horas a los partidaríos de la perestroika están cubiertos de flores.
Unas cajas colocadas en el suelo y cubiertas de velas y flores aislan una pequeña zona de las pisadas de los manifestantes. En ese trozo de pavimento cayeron en la madrugada de ayer las únicas víctimas del frustrado asalto al parlamento ruso.
Poco a poco, las calles de Moscú, sembradas de cascotes y ladrillos que sirvieron a los manifestantes para bloquear el paso a los tanques golpistas, recuperaron el trasiego normal de ciudadarios. Los moscovitas se apresuraban como cada día hacia los desabastecidos comercios de alimeintación de la capital.
"Mi corazón está lleno de alegría, decía Vladímir Gushkov, un obrero que esperaba bajo la litivía a que llegara su turno para corn.prar salchichas en una tiendaestatal. "Gorbachov será presidente de nuevo, pero tendrá que pensar más en su pueblo. Nuestra vida es demasiado dura", rinaliza.
Gueorgui Astafyev, un ingeniero de 55 años, era mucho más duro: "Gorbachov fue depuesto por gente a la que él mismo había elegrido. ¿Podemos permitirnos el lujo de ser gobernados por alguien que ha demostrado tamaña torpeza?". Astafyev creía que Mijafi Gorbachov ha salido de forma poco airosa del golpe de Estado, y será reemplazadoien el corazón de los soviéticos por el nuevo héroe: el líder radical Borís Yeltsin.
Pese a las críticas hacia Gorbachov, un soplo de alivio ha barrido de la ciudad la inquietud con olor a pasado que se había apciderado de Moscú durante 60 largas horas. "Todos estábamos en contra del comité. Habría significado la vuelta al antiguo régimen. Todo volvería a estar prohibido", murmura la anciana Vera Alexeyevna, la última de los que esperan en una larguísima cola para obtener una botella de vino.
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