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Tribuna:EL MAPA DE ESPAÑA / 20 - COMUNIDAD VALENCIANA / 1
Tribuna
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El vértice de la encrucijada

Enrique Gil Calvo

Foto: Cristina Garcia RoderoQuerido S*: te escribo desde el Rincón de Ademuz. Sí, no te sorprendas, pero es que a Enrique le ha encargado el periódico un par de reportajes sobre la Comunidad Valenciana y ha decidido comenzar por este vértice geográfico. Así que aquí nos tienes, disfrutando de los mejores hoteles y restaurantes y quemando gasolina en un coche alquilado con aire acondicionado que apenas funciona.

Así, agobiado por tantos problemas imaginarios, Enrique se desespera y mortifica, incapaz de disfrutar gratuitamente nuestra excursión valenciana. Y, cuando se lo reprocho, salta: "Ni falta que hace que me divierta, pues aquí no hemos venido en viaje de placer, sino a trabajar". Por tanto, me temo que los artículos que escriba le van a quedar todavía más pesados y aburridos que esas tribunas sociopolíticas con las que mensualmente nos reprende o aconseja. Así que me ha parecido lo más conveniente Ponerme a escribirte, para que tengas otra versión de nuestro viaje algo más intrascendente o despreocupada.

Desde la atalaya

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Es divertido que seamos nosotros, aragoneses, quienes debamos dar nuestra impresión sobre lo valenciano, dada la curiosa simetría que existe entre una y otra comunidad: tres provincias alineadas de Norte a Sur, cadenas montañosas a uno y otro extremo y en el centro una gran ciudad que succiona toda la fuerza vital. Por eso, parece acertada la elección del Rincón de Ademuz, territorio jurídicamente valenciano pero desterrado fuera de la comunidad, como si se enquistase entre los Montes Universales y las serranías de Cuenca, Albarracín, Javalambre y Gúdar: dado que se sitúa en un paraíso que se forma en el curso alto del Turia, constituye la mejor comunicación natural entre Teruel (a 50 kilómetros) y Valencia (a 130 kilómetros). Así, en una de las aldeas que componen el Rincón (Arroyo Cerezo), se eleva el Pico de los Tres Reinos (1.555 metros) que, al igual que sucede con el Pico de los Tres Mares en Peña Labra (cuyas aguas vierten al Mediterráneo por el Ebro, al Atlántico por el Pisuerga y al Cantábrico por el Saja), también debe su nombre a constituir el vértice de la encrucijada entre las tres naturalezas castellana, aragonesa y valenciana. Lo cual bien puede erigirse en señal anunciadora del destino cultural de Valencia entera, que es el de sintetizar una mezcla original a partir de ingredientes musulmanes, castellanos y catalanes.

Me gustaría que pudieses contemplar Ademuz, saboreando todos sus valores plásticos. Es un valle montañoso de coníferas, donde el Turia ha horadado con sus hoces y cañones profundas vegas pobladas de chopos y de álamos. En las laderas umbrías crecen escalonadamente preciosos pueblos de calles alineadas en paralelo a distinto nivel, para que puedan verse a lo lejos desde la solana como un fresco en bajorrelieve: Casas Altas, el mismo Ademuz, Vallanca. Y los cascos viejos de sus conjuntos urbanos, sobre todo en las hileras más elevadas de casonas abandonadas, presentan interesantísimas muestras de arquitectura popular, con fachadas de piedra de las que algunas están enjabelgadas, otras policromadas y dotadas muchas de ellas de balconadas de madera agrietada que sobresalen en voladizo. ¿Te lo imaginas?

Pues desde aquí, si te elevases lo suficiente, podrías contemplar desde lo alto el conjunto de toda la Comunidad Valenciana. ¿No te lo puedes imaginar? Bastaría para ello que volases y planeases como hacen los deportitas en parapente, ultraligero, velero planeador y ala delta. 0 que trabajases en lo alto como hacen los pilotos de Icona (así Julián Sevillano, desde su base en Muchamiel, Alicante), que apagan los incendios del terreno que, como fallas ecológicas, estallan cada tarde. ¿Te lo imaginas? Pues si pudieses contemplar a vista de pájaro la entera comunidad desde el cénit de la vertical del Rincón en que me encuentro, la entenderías como una cuenca en forma de triángulo rectángulo, que se extendiera a tus pies desde el fondo del embudo de Ademuz: frente a ti, la hipotenusa de la franja costera; a tu izquierda, la elevación del Maestrazgo, formando el cateto más corto en dirección a la desembocadura del Ebro; y a tu derecha, las cadenas de las sierras de Valencia y Alicante que forma el Sistema Subbético cuando corre a hundirse en el Mediterráneo por el cabo de La Nao, buscando las Baleares. ¿Puedes imaginártelo? Ahora, desde esta atalaya imaginaria, te invito a volar a cada uno de esos tres destinos que vertebran el esqueleto valenciano.

El Maestrat

Desde el Rincón se puede recorrer el Maestrazgo en un solo vuelo. Primero, desciendes desde lo alto del Sistema Ibérico y te adentras hacia Peñagolosa, el pico más alto de la comunidad (1.815 metros); a sus pies se hallan dos ciudades históricas pétreas y blasonadas: Villabona del Maestrat y Llucena del Cid; un poco más al Sur, las cuencas de dos ríos admirables: el Mijares, con sus hoces y cañones, y el de Palancia, que riega dos cascos urbanos con bella arquitectura popular: Víver y Xérica. Pero si con el impulso del mismo vuelo continúas hacia el Norte, accederás al Maestrazgo mismo, frontero ya con Cataluña. La capital del Alt Maestrat es Morella, quizá la ciudad que más nos admiró al descubrirla por primera vez en nuestro viaje. Vista de lejos parece un sorprendente zigurat, con la inmensa mole de su pirámide escalonada a base de murallas y truncada en su cumbre por un soberbio castillo fantasmal. Pero dentro encierra no sólo joyas, como la escalera de piedra labrada de la Arciprestal de Santa María o el delicioso claustro de las ruinas del convento de San Francisco, sino, lo que es más, un bullicioso rincón urbano, lleno de bares y de tráfago, bajo los soportales de Blasco de Alagón. Además, Morella es la capital de una comarca donde también se encuentran preciosos cascos urbanos que conservan su pétrea arquitectura popular: la Pobla de Benifassar, Bójar, Castell de Cabres, Fredes y, más cerca de Morella, Forcall y sobre todo Cinc Torres, con sus antiquísimas balconadas y su espléndida iglesia barroca de San Pedro Apóstol, coronada con una cúpula de tejas alicatadas en azul, como tantas otras iglesionas de la Comunidad Valenciana.

Desde Morella desciendes luego hasta el Baix Maestrat, cuya capital histórica es Peñíscola, lugar donde la cordillera Ibérica se sumerge en las aguas mediterráneas. Por desgracia, las tiendas de recuerdos desfiguran por completo el casco urbano del peñón; pero todavía quedan rincones que sugieren lo que Peñíscola podría volver a ser: como uno de la calle de San Roque, enjabelgada y forrada de flores colgantes. En realidad, el paisaje de Peñíscola me recuerda el de Jerusalén y Palestina, lo que puede deberse quizá no tanto a las casas cúbicas y blancas, de planas terrazas, como al recuerdo de los Templarios que colonizaron Tierra Santa y se refugiaron después en el Maestrazgo.

La Marina Alta

Si en lugar de volar desde Ademuz hacia el Norte, desciendes en cambio hacia el Sur, siguiendo el cateto más largo del cartabón valenciano, te encontrarás con una extraña simetría. Primero, las sierras interiores de Valencia, con cascos amurallados como el de Requena y con pueblos perdidos en rincones inaccesibles (como Millares, Bicorp, Quesa y Navarrés), cerca de Ayora, en plena reserva nacional de la sierra de Enguera. Más al Sur, en las prolongaciones del Sistema Subbético, hallarás una batería de sierras elevadas y estriadas en paralelo que, al igual que en el Norte hacia el Maestrazgo por Peñíscola, corren aquí, simétricamente, a bañarse y sumergirse en el mar. Es aquí donde se forma la Marina Alta, una suerte de Costa Brava valenciana, desde el Montgó (gigantesca mole declarada parque natural, que forma el cabo San Antomo) hasta el peñón de Ifach con un rosario de pequeñas calas rocosas que abren paso a exuberantes bahías y playas, como las de Denla, Xábia, Moraira y Altea.

Pero además de esta famosísima Costa Blanca, no puedes dejar de imaginarte los impresionantes paisajes que se forman en el interior, gracias a la anfractuosidad de estas sierras: el Puig de La Campana, la sierra de Orxeta y la sierra misma de Altana, justo al lado de Villajoyosa; el valle del Guadalest, con su famoso Castell y los pueblos de Callosa d'en Sarriá, Polop y La Nucia; el Carrascal de la Font Roja, declarado parque natural, tan próximo al casco viejo de Alcoy, a caballo de las hoces del río Serpies; o los propios conjuntos medievales de Sax o Villena, donde vivieron el infante Juan Manuel y el quiromántico príncipe de Aragón, marqués de Villena.

En fin, más al sur de esta cadena de sierras, la simetría con el Norte se rompe. Quedan la Marina Baixa, los palmerales de Elx (monumento nacional, con su joya más preciada, el Huerto del Cura, y su primera estrella, la Palmera Imperial, de ocho troncos que se abrazan) y las vegas del Segura, con las marismas de Guardamar y Torrevieja, también declaradas parque natural. Pero si has logrado imaginarte esta simetría espacial entre el Maestrazgo, al norte, y las sierras subbéticas que desembocan hacia el cabo de La Nao, al sur, bien podrás comprender la bisectriz que a continuación voy a proponerte: la que ocupa, partiendo de Ademuz y el curso alto del Turia, a partir de Lliria, ese inmenso océano pacífico de naranjos y arrozales que constituyen La Plana, L'Horta y L'Albufera.

Mañana:

Comunidad Valenciana /y 2

Los maestros de la mezcla

Enrique Gil Calvo

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