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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El doble poder

EL GRUPO golpista que se ha constituido como poder supremo de la URSS tras destituir a Gorbachov choca con serias dificultades para convertir sus propósitos en realidad. La amplitud de la resistencia al golpe reaccionario es considerable. A pesar del tono amenazante de sus primeras proclamas, en las que exigía a todos los órganos de poder existentes en la URSS que se sometan a su suprema autoridad, el Comité Estatal para el Estado de Emergencia se encuentra con que sus órdenes caen en el vacío.La confusión de poderes es el rasgo dominante de la situación. Al poder golpista le ha fallado un arma clásica en todo golpe militar: el efecto del terror para paralizar los centros de oposición. Por otra parte, y gracias sobre todo a la dispersión de poderes entre el Kremlin y las repúblicas, impuesta por éstas en los últimos tiempos a despecho de la voluntad de Gorbachov, a los golpistas les resulta sumamente difícil convertir en realidad su propósito inicial de imponer el retorno a una Unión de Repúblicas obedientes a Moscú.

El hecho más notable es que, en la capital, el presidente de Rusia, Yeltsin, y todas las autoridades de esta República han declarado ¡legal al Comité de Emergencia y no lo reconocen. Es más, exigen que una comisión médica, con participación de la Organización Mundial de la Salud, diga si Gorbachov está enfermo, y, en caso contrario, que éste vuelva al poder y que se disuelva el citado Comité. Yeltsin ha lanzado un llamamiento a la huelga general que ha sido seguido en diversas cuencas mineras y en varias ciudades. Instalado en el Parlamento ruso, rodeado de grupos de simpatizantes, con la protección de algunos tanques y destacamentos armados que le son fieles, se ha dirigido a las unidades del Ejército y del KGB que se hallan en Rusia, llamándolas a ponerse a sus órdenes, como autoridad suprema de esa República. De hecho, Yeltsin se ha convertido en un segundo poder en Moscú. Ha decidido enviar a su ministro de Exteriores a París y Washington para explicar lo que ocurre.

Hechos relevantes de la jornada de ayer han sido las manifestaciones de más de 100.000 personas en Moscú y Leningrado. A pesar del despliegue de los tanques y de la prohibición del Comité de Emergencia, el llamamiento del alcalde moscovita, Popov, ha sido respaldado por una masa considerable que ha gritado su apoyo a Yeltsin y su condena del golpe. La presencia de figuras intelectuales y políticas prestigiosas, como el ex ministro Shevardnadze, ha realzado el significado de la manifestación. Algo semejante ha ocurrido en Leningrado. Estos actos cívicos indican que los años de perestroika han sacudido la tendencia tradicional del pueblo ruso de sometimiento pasivo a la autoridad. Esa rebeldía contra los golpistas reaccionarios expresa, más que simpatía hacia Gorbachov, voluntad de defender los avances democráticos logrados en los últimos años.

En esta situación, el Comité de Emergencia se muestra en actitud defensiva. Parecen golpistas con miedo del golpe que han dado. El truco ridículo de la enfermedad del líder depuesto se vuelve contra ellos, porque la comparecencia pública de Gorbachov se convierte en exigencia de los Gobiernos extranjeros. El espectáculo de un Yanáyev asegurando que seguirá la misma política de Gorbachov y que espera volver a colaborar con éste -unas horas después de haber lanzado un llamamiento atacando de la manera más brutal todo lo hecho por la perestroika- ha sido lamentable. A medida que pasan las horas, parece más evidente que la junta golpista -carente de autoridad política- tendrá que emplear la fuerza militar si quiere cumplir sus objetivos. ¿Cómo, si no, poner fin al doble poder, no sólo en Moscú sin o en otras repúblicas, donde los Gobiernos no aceptan su autoridad?

Por otra parte, hay síntomas serios de que sectores del Ejército no se someten de buen grado a un poder ¡legal. Que tanques de la división Tamánskaya se han pasado al campo simbolizado por Yeltsin es un hecho visible. Pero se habla de que en otras unidades, como los paracaidistas, se han producido actos de indisciplina. En todo caso, para un poder tan frágil como el del Comité de Emergencia, que depende totalmente del apoyo militar, es sumamente peligroso arriesgarse a ordenar acciones militares contra la población civil o contra personalidades tan populares como el presidente ruso. Ello puede explicar las vacilaciones de los golpistas, que si amenazaron con la brutalidad de quien está dispuesto a todo, parecen no saber ahora cuál es el siguiente paso.

En esta situación en que la presión internacional es fundamental para contribuir a desmoralizar y debilitar a la junta golpista se inscriben las medidas acordadas ayer por la CE en La Haya.

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