Apuntar sin disparar
La expectación que despertó el cartel de jóvenes diestros con recientes triunfos en Madrid, los cuales aspiraban a acertar con la flecha del toreo en plena diana del éxito venteño para disparar sus carreras, se vió defraudada porque la terna se conformó con apuntar sin que ese disparo se produjese. No soltaron el brazo ni las agallas, y si el tiro ayer no les salió por la culata, tampoco les va a servir para comprarse un cortijo.Los coletudos desaprovecharon una comida cómoda y maneable, a la que sólo su falta de fuertes impidió, excepto al tercero, demostrar en el último tercio la casta que atesoraban, aunque quedaron manejables y nobilísimos. Tal vez os espadas acusasen el bochorno térmico del ambiente, pero esa nos excusa que los justifique, pese a que un castizo los defendiera desde los tendidos cuando espetó: "Con ésta esta caló no se pué atoreá".
Peñajara / Bote, Ramos, Martín
Cinco toros de Peñajara (uno rechazado en el reconocimiento) bien presentados, manejables, blandos y nobles, tercero, bravo; sexto, de Garzón, con trapío, manejable y noble. José Luis Bote: pinchazo, rredia desprendida y descabello (ovación); pinchazo, media perpendicular y descabello (silencio). José Luis Ramos: cinco pinchazos -aviso- , pinchazo saliendo perseguido y bajona70 (silencio); dos pinchazos y estocada baja (silencio). Pepe Luis Martín: pinchazo perdiendo la muleta, estocada desprendida y descabello (silencio); media atravesada y, descabello (pairrias). Plaza de Las Ventas, 15 de agosto. Algo más de media entrada
Los diestros debieron oírle y le hicieron caso. Porque ni siquiera con el tercer mostrenco cascabeleó en la tarde el refrescante son del toreo. A ese animal le manaba la bravura a borbotones. Se vino arriba en banderillas y pidió guerra, que Martín semejó estar dispuesto a darle: lo sacó al platillo, le plantó cara y luego fuese y no hubo nada.
Porque el rondeño, con demasiada ganguera, en lugar de prender en la pañosa el celo de su oponente y conducir su limpia embestida con el hocico por la arena hasta el punto exacto donde se engarza con el siguiente pase, se aliviaba en el remate y corría a enmendar terrenos. De la lidia en un rodal que solicitaba a gritos el bicho se pasó a un rápido recorrido de tipo turismo de agencia por todo el ruedo hasta que el funo se hizo el amo.
Lo que sí supo Martín fue tapar este fracaso con algún dibujo suelto y, sobre todo, poniendo una gesto de máxima crispación sobre su blanca tez. Quiso sacarse la espina con el zambullo bastote que salió en sexto lugar, pero se limitó a aprovechar su viaje y, sin estar zopenco, tampoco se le pueden salvar más que tres fruslerías de toreo de entre el canjilón de, ases con que castigó al oponente y al cotarro, que aguantaba estoícamente tan bochornosa tarde (por la caló).
José Luis Bote se acercó más al éxito con el que abrió plaza, de nombre Pistolero, que se resintió del mucho castigo recibido por los de aúpa y llegó con corto recorrido a la flámula. Bote le disparó con la estética y no con el dominio. Cuajó algunos redondos desmayaos y otros muletazos con empaque y lentitud, pero adoleció de falta de profundidad y mando. En ese plan superficial se repitió frente al cuarto, con el que lo mejor fueron sus cadenciosos lances a pies juntos.
A Ramos lo que le falló fue la decisión, la garra del buen torero. Él ha demostrado serlo, aunque con cuentagotas, pues su, carácter gélido no se calienta ni con los más de cuarenta grados de ayer. Así, con el rebrincón segundo y con el quinto se limitó a explicar leves retacillos de clase.
La mayor ovación restalló, en honor del subalterno Joselito Calderón (al que deberían canonizar como San Quites) cuando libró de comada segura a su companero Manuel Ruiz, que había banderilleado con bizarría al sexto.
Babelia
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