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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Doble juego en Pretoria

LAS CONSECUENCIAS de las revelaciones hechas por el periódico Weekly Mail sobre los subsidios pagados por el Gobierno de De Klerk a la organización negra Inkhata -rival del Congreso Nacional Africano (ANC) e integrada sobre todo por los zulúes- sigue sacudiendo la vida política de Pretoria. El Gobierno ha reconocido la verdad de la denuncia. Varios ministros han quedado públicamente como mentirosos: el caso más notable es el del titular de Asuntos Exteriores, Pik Botha, que declaró a finales de junio que era "absoluta y totalmente falso" que hubiese subsidios gubernamentales a Inkhata, y que un mes después ha declarado exactamente lo contrario. Cogidos con las manos en la masa, los ministros se han esforzado por salvar la integridad del presidente afirmando que no sabía nada. Es una tesis que casi nadie se cree, pero que facilita que De Klerk pueda seguir con su política de negociación con Nelson Mandela.El golpe para los dirigentes de Pretoria es tanto mayor porque el ANC lleva años denunciando esa complicidad entre el Inkhata y los órganos del Gobierno de los blancos. Ahora, con el estallido del escándalo y de la verdad, se eleva el prestigio del ANC. Hay que recordar que los enfrentamientos de éste con el Inkhata han sido causa de matanzas horribles en numerosas barriadas negras. La actitud del ANC ha sido siempre la de acusar al Gobierno de fomentar los enfrentarnientos tribales entre los negros: ahora los hechos le dan la razón. La primera medida que ha tomado De Klerk, para salir lo mejor posible del escándalo, ha sido desplazar de sus cargos fundamentales en el Gobierno a VIok y Malan, ministros del Interior y de Defensa, respectivamente. Han sido los principales responsables de la política, represiva dirigida durante muchos años Contra los líderes y militantes del movimiento antiapartheid. Sin embargo, Vlok y Malan siguen en el Gobierno con cargos menores. Todo ello indica que De Klerk no es capaz de romper con el grupo responsable del escándalo: sigue siendo prisionero de una parte del establishment blanco, que -si bien ha dado pasos decisivos contra el apartheid- se acerca a la negociación con Mandela con extremas reservas.

En esta situación de debilidad del Gobierno de De Klerk, el ANC ha vuelto a poner sobre el tapete la demanda de "un Gobierno provisional de unidad nacional", y asimismo la de una confierencia de todos los partidos para preparar el nuevo sistema político. Demandas que De Klerk ha rechazado en varias ocasiones, a la vez que se muestra dispuesto a iniciar consultas sobre temas concretos con dirigentes del ANC. Pero ello no basta para resolver el problema político esencial. Una vez que se renuncia a la desigualdad racial se impone una revisión total de un sistema político basado todo él en esa desigualdad. Personalidades como De Klerk y Mandela son, sin duda, las más apropiadas para emprender esa negociación con audacia y visión de futuro.

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