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Sarvas, el frente croata en la batalla de Eslavonia

La localidad de Sarvas se convirtió en uno de los principales escenarios de combate entre serbios y croatas

Todos los habitantes han huido de Sarvas, en Eslavonia, una aldea croata de modesto bienestar convertida en un pueblo fantasmagórico. Sólo miembros de la Guardia Nacional croata patrullaban ayer. Disparan esporádicamente sus ametralladoras contra francotiradores reales e imaginarios escondidos en el maíz, que ya está muy alto y promete una buena cosecha que se pudrirá en los campos.Pasa a la página 3

Frente a frente, en las trincheras de Eslavonia

Viene de la primera páginaLa iglesia católica de Sarvas, en Eslavonia, ya no tiene campanario. El cañonazo de un carro de combate del Ejército federal yugoslavo lo destruyó hace cuatro días, dejando la campana descabalgada, peligrosarnente inclinada en lo alto de la ruina. El supermercado de enfrente, con los escaparates cosidos a balazos, tiene aún las estanterías repletas de artículos. Presumiblemente, seguirán estándolo durante algún tiempo ya que en Sarvas ha dejado de haber demanda de alimentos ante la huida de sus habitantes.

La Guardia Nacional croata trajo ayer un camión que portaba una ametralladora pesada protegida por un blindaje artesanal. El arma es moderna y puede que sea efectiva contra una ofensiva de los guerrilleros serbios que se hallan en Bjelo Brdo, a tan sólo kilómetro y medio; pero no servirá de nada contra los tanques de las fuerzas federales que se encuentran inmediatamente detrás de la vanguardia serbia.

En la primera fila de casas, hacia el frente, en un pequeño chalé a medio construir, se ha instalado el capitán Miklos, un húngaro de Vukovar que odia a los serbios tanto como los croatas que forman su unidad de la Guardia Nacional. Milklos es un hombre enorme que fue capitán del Ejército federal y mercenario en Chad y el Congo. "Estos niñatos que nos han traldo aquí no sirven para nada dice refiriéndose a los jovencísimos voluntarios en sus Filas. "Pero tengo un grupo de diez que estamos hartos ya de esperar, y esta noche entraremos en Bjelo Brdo. Los cetnik se van a enterar. Yo soy húngaro, pero amo a Croacia y lucharé por impedir que los serbios nos traten a todos como a perros. Que te cuente Zeljo lo que le pasó".

Zeljo Cosic es un croata de 23 afios de Boimog, en la Voijvodina. Sus desgracias comenzaron hace tres meses cuando compró un escudo croata con el damero rojiblanco y lo puso en su coche. Los vecinos serbios comenzaron a acusarle por altavoces frente a su casa. Cuando el Ejército federal intervino en Eslovenla fue llamado a filas. Una semana después desertó. Fue detenido, y la policía de Bogmoj le propinó una inmensa paliza.

Al otro lado

Terpinja es otra aldea en el frente, pero en el otro lado. Decenas de hombres armados reciben en una barricada al periodista y lo conducen frente al alto mando del pueblo. Milan tiene 25 años y es del pueblo, no como otros que, con uniformes de la reserva, dan instrucciones a algunos jóvenes junto a un nido de ametralladoras montado junto a un camino hacia los campos de maíz. "Esto no es un kalashnikov, es un Zastava. No es yugoslavo, es serbio. Esto es Serbia, y el ustacha que entre aquí es hombre muerto", dice sonriente.

Por la carretera de Trepinja pasaban, al filo del mediodía de ayer, tres tractores con remolques repletos de mujeres y niños. Se van a Serbia, donde estarán seguros. "Nosotros nos quedamos para luchar", dice Milan, orgulloso. Minutos más tarde llega un camión del Ejército federal. Un teniente sale de él con dos civiles serbios armados y, juntos, se dirigen al cuartel general, junto a la estación de teléfonos, que no funciona desde hace tres semanas. "El fascista Tudjman [presidente croatal] nos cortó el teléfono y la electricidad" dice Milan. Para el Ejército sólo tiene buenas palabras, lo que se comprende a la vista de la cada vez mayor colaboración en este frente de Eslavonia. "SI quieren pasar hacia Borovo Selo habrán de esperar, porque la situación es muy grave y el Ejército está estudiando con nosotros la situación", dice Milan. Tras dos horas de espera, la vuelta atrás. En ruta hacia Osijek, se oye el ruido ensordecedor de los dos aviones del Ejército federal que, en vuelo rasante sobre el aeropuerto y Osijek, tienen por cometido advertir a los croatas de quién dispone de las armas más efectivas.

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