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¡Basta de vivir para currar!

Cada día mas españoles renuncian al éxito y al dinero por una mejor calidad de vida

Un economista que decide perder un millón de pesetas y ganar horas libres; un ejecutivo que cuelga el traje o una farmacéutica que cambia la botica por el arte del vidrio constituyen la punta de lanza de una sociedad que empieza a poner en la balanza ocio y negocio. Han sido 20 años de jornadas agotadoras de 12 horas en las que algunos han perdido el gusto por la vida y el sabor del tiempo. Sin esperar a que les toque la bono-loto, ni la añorada jubilación, algunos, al rondar los 40, han dicho ¡basta! a la sensación de que "sólo vives para currar".

La sociedad responde así a una veintena de años de agotamiento cuyos logros vendían en cinemascope empresarios y yuppis de alpaca. El caso es que Isabel estaba "hartísima, hartísima", al cumplir los 35 años, del atasco diario de una hora y media entre Madrid y el pueblo donde tenía el laboratorio de análisis clínicos. "Y los gritos de los niños. Todos los días gritos de niños". Era farmacéutica, pero nunca tuvo claro el tema de la vocación. Un bien día vendió su parte en el negocio y "a vivir". "Pasé de ganar dinero a no tener nada", reconoce, pero no se arrepiente. Hace lo que le da la gana y a veces surgen cosas como el curso de vidrio que acaba de seguir. Sigue diciendo que no a las ofertas de trabajo que recibe y si algo le preocupa es el tema de la jubilación, "pero total a lo mejor cuando sea mayor, ni siquiera existe lo de la jubilación y con lo que les dan yo no tendría ni para tabaco", se consuela.Iñaqui García, economista de 36 años, es de la opinión de que este tipo de decisiones tienen más que ver con el carácter que con una tendencia social. "Cada nueva decisión está condicionada por las que has ido tomando a lo largo de tu vida", asegura. Es decir, que si uno se ha metido en la vorágine de los plazos del chalé, el deportivo y el video, es difícil la marcha atrás. Pero si como Iñaqui, ligero de equipaje, la vida podía llenarse con unos chiquitos compartidos, es más llevadero renunciar a un milloncejo al mes.

Ventajas personales

"Mi cambio se ha producido por un trabajo que tenía ventajas similares al anterior desde el punto de vista intelectual, pero que sencillamente me dejaba más tiempo libre para socializar mi vida". Y se explica: " Hay actividades que dejan poco tiempo para la vida personal, que tú entiendes debe estar separada de la profesional; para tener relación con lo que has decidido, que en mi caso es la pareja y los amigos". "Al final es una especie de balanza: cambiar unas ventajas personales o vitales por unos dineros".La reciente Encuesta Europea de Valores revelaba el dato de que para el 83% de los españoles la familia era lo más importante de sus vidas, mientras que un 30% declaraban abiertamente que no trabajarían si pudiesen. Alejandro Sánchez, sociólogo del Instituto de investigación Data cree que aunque todavía se den casos aislados, sopesar las virtudes del trabajo es un típico fenómeno de nuestro tiempo. "Lo hacen generalmente personalidades fuertes con determinada vida interior que pueden constituir una punta de lanza de un cambio social por venir".

Este cambio que el sociólogo describe como una vuelta a la individualidad, "una mirada hacia el interior para buscar la felicidad independientemente de las circunstancias externas", se acusa ya en las sociedades más desarrolladas. "De hecho no hay más que ver el negocio que empieza a surgir en torno a las actividades de ocio". El resultado ¿pondrá el mundo patas arriba?. No, que no cunda el pánico.

Mimar a los ejecutivos

Como explica Alejandro Sánchez, los propios empresarios se han percatado del fenómeno y empiezan a efectuar grandes inversiones en los departamentos de recursos humanos, a mimar a los ejecutivos con algo más que un contrato económicamente suculento. "La empresa intentará que haya reforma, pero no revolución".Aún así, que le echen un galgo a Juan, un joven que acaba de colgar su traje de ejecutivo y una carrera imparable en el campo de los negocios por la libertad de movimientos y el almuerzo diario en casa. 0 a Ana Luz Ruiz, de 37 años, que no se quiso meter en el "embolao ", de ser empresaria y se quedó de empleada. Todo lo que ella quería era tener tiempo para ir de vacaciones o para no hacer nada. "¡Claro que tengo ambiciones!", contesta Ana Luz cuando se lo reprochan sus amigos y colegas. "Sólo dependen de a costa de qué", les intenta explicar.

A las nuevas generaciones les extraña aún más. Las encuestas les retratan como personas realistas, positivas y ambiciosas de exito y dinero. "Pero yo creo que la razón es que todavía no se lo han planteado en serio. Añoran lo que no tienen: ser importantes y tener cosas para vivir bien", opina el sociólogo. Ya llegarán a los 40.

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