El 'caso Hunosa'
"Sed incomprensivos", decía Juan de Malrena, "yo os aconsejo la incomprensión, aunque sólo sea para destripar los chistes de los tontos". La cita me viene a la cabeza al leer la crónica de la presentación por parte del INI de un plan para Hunosa (No se equivoquen con Asturias, EL PAIS, 20 de julio); con toda la incomprensión de que soy capaz, voy a repasar las reacciones que dicha presentación parece haber suscitado.Para empezar, no entiendo del todo el contenido de la infori-nación: ¿Cómo puede consagrarse un artículo a las expresiones de rechazo a una tesis a cuya exposicion se dedican sólo cuatro líneas? No veo cómo podrá Jugar el lector no directamente vinculado al sector de la bondad del plan ni de lo adecuado de la respuesta política y sindical. Quizá pueda suplirse esa carencia con un breve resumen del caso Hunosa.
Para ello me referiré al plan presentado a la presidencia del INI hace ahora seis años, del que sin duda difiere poco el actual, y que se distinguía por basarse que por primera vez- en datos imparciales acerca del potencial minero de Hunosa. El diagnóstico era tan desolador como irrefutable: "No existe la más remota posibilidad de que la minería subterránea de Hunosa pueda suministrar a nuestra industria un carbón competitivo, en calidad y en coste, con el que puede obtenerse en el mercado mundial". ¿Estamos hablando de pequeñas diferencias de productividad, que quizá podrían paliarse con inversiones o con una mejor gestión? No: en un turno de ocho horas de un trabajo cuya dureza y cuyo riesgo nadie discute, un minero de Hunosa extrae una cantidad de carbón dos o tres veces inferior a la que se obtiene en una mina belga; más de cinco veces inferior a la correspondiente en una mina británica, y 150 veces inferior a la que se obtiene en una explotación a cielo abierto en Australia: a los 750 kilos del minero de Hunosa le corresponden 120 toneladas de su homólogo de las antípodas. Por desgracia, esa bajísima productividad es culpa, en lo esencial, de la difícil geología de la cuenca asturiana: ¿quiere el lector razón más estructural que ésa? Esta situación sólo admite un veredicto: la minería subterránea de Hunosa está llamada a desaparecer, y todo cuanto se haga para acelerar esa desaparición será un ahorro para una economía que no debería permitirse lujos.
Dicho esto, todos sabemos que el cierre de la minería subterránea de Hunosa llevará mucho tiempo. Nadie debería pensar en serio que quienes llevan ya anos en los pozos puedan cambiar fácilmente de actividad: las posibilidades de reconvertirles son limitadísimas. Por ello hay que contemplar un periodo de 20 o 30 años. No se trata tanto de despedir a quienes hoy trabajan en la mina como de procurar que los habitantes de la cuenca que aún no han iniciado su vida escolar tengan otras posibilidades que Hunosa; pero hay que empezar a actuar ahora, para que en ese momento estén en su sitio todas las piezas de] rompecabezas.
En el desarrollo del plan, las responsabilidades principales -y casi las únicas- de un grupo industrial como el INI son la reducción de puestos de trabajo y la liberación de recursos financieros: hoy, Hunosa es una inversión tan poco rentable que, cuanto más rápida pueda ser su reconversión, mayor será el excedente de recursos que quedará libre para paliar sus consecuencias. Porque no hay que negar la magnitud del problema: ir sustituyendo los puestos de trabajo y los ingresos que hoy genera Hunosa para la economía asturiana será un trabajo muy difícil, que precisará de toda la voluntad de la Administración central y autónoma, y sobre todo la de la principal interesada, que es la sociedad asturiana. Pretender que un compromiso de reindustrialización por parte del INI resolverá el problema; soñar con grandes proyectos industriales que cubran a grandes saltos, y por anticipado, los vacíos que irá dejando Hunosa es quizá no frívolo, pero sí pueril. Las soluciones serán parciales y laboriosas; incorporarán como componentes esenciales la formación y la creación de un nuevo clima empresarial -posible gracias al dilatado horizonte del plan de reconversión-; resultarán sin duda en una Asturias muy distinta de la de hoy y tendrán cierto riesgo de fracaso. Pero no existe alternativa: el país no puede seguir pagando lo que, al parecer, los responsables del INI han descrito, con expresión quizá desafortunada pero exacta, como "plan de empleo rural de Asturias".
¿Un espectáculo?
Dado que el problema es serio y hay datos suficientes para que sea debatido con seriedad, no acabo de entender las reacciones suscitadas por el plan del INI, sobre todo teniendo en cuenta que éste esboza la única solución realista: es decir, basada en la necesidad ineludible de terminar, a plazo, con la minería subterránea del carbón en la cuenca asturiana. Uno esperaría del SOMA-UGT una advertencia sobre los serios problemas técnicos que se derivan del envejecimiento de la plantilla; pero no: se limita a darse por provocado, añadiendo que debe sentirse provocada con él la sociedad asturiana entera. Los. políticos centran sus observaciones en lo desafortunado de la comparación Hunosa-plan de empleo: ¿hay argumento menos importante?
¿Qué hay, que pensar si, haciendo caso del consejo de Mairena tomarnos esas declaraciones al pie de la letra? Cualquier intento de solución razonable ¿deberá ser considerado como una "auténtica declaración de guerra"?. ¿Será posible que no tengamos otra respuesta que la alusión ominosa a las movilizaciones, es decir, a la fuerza bruta? Lo único que sabemos exigirle a uno de los poco,, grupos industriales autóctonos ¿es acaso que siga enterrando sus recursos en un proyecto sin futuro, ¿Será verdad que entre todos no tenemos tina idea mejor?
Cabe otra interpretación: que todos los implicados sepan perfectamente cuál es el problema, e incluso la solución; pero que sientan la obligación de gesticular frente a su auditorio, quizá con la intención de tranquilizarlo. Si es así, se trata de un error: el auditorio las ha visto perores, y seguramante prefiere saber que quienes han de contribuir a resolver el problema tienen conciencia de que existe. Devolvamos, pues, a los contestatarios su propio titular: "No se equivoquen con su público".
es economista y fue director general del INI en 1984-1985.
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