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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bochorno salmantino

A LOS responsables de] Partido Popular de Salamanca se les ha ido de las manos la presidencia de la Diputación y el dominio de sus huestes. De lo primero no tienen culpa. Son las víctimas. De lo segundo son culpables sin atenuantes. Lo ocurrido en Salamanca es un triste ejemplo de adónde puede llevar la degradación de la política y de las normas de convivencia: la desfachatez del tránsfuga se da la mano con el reverdecer, en plena democracia, de los viejos usos caciquiles y el retorno de la partida de la porra.El Partido Popular, el más votado en las elecciones municipales, aspiraba legítimamente a la presidencia de la Diputación salmantina. Lo que hizo su diputado Jose Dávila Rodríguez, separándose del partido y encabezando una coalición con el PSOE y con el CDS para hacerse con la poltrona, puede ser considerado un acto de suplantación de la voluntad popular. Alegar, como hicieron los responsables del CDS (aliados del PP en el gobierno de la anterior Diputación), para la justificación del rocambolesco desenlace el escándalo del presunto fraude del voto por correo propiciado por el partido conservador es poco verosímil. Sin duda, este asunto merece la máxima repulsa, pero son los tribunales los que deben investigar lo sucedido, sin que nadie esté legitimado para tomarse la justicia por su mano. Eso fue precisamente lo que pretendieron los máximos dirigentes del PP salmantino con la irresponsable movilización de algunos de sus militantes y simpatizantes.Si las extrañas alianzas produjeron un resultado de discutible legitimidad, el bochornoso espectáculo de los que se consideraron agraviados les quita capacidad moral para la denuncia. Los intentos de linchamiento de los políticos considerados culpables, los insultos y amenazas lanzados contra ellos entre freudianas invocaciones a Franco, deberían ser tema de honda reflexión para el líder nacional del PP, José María Aznar. Tales expresiones de una derecha agreste y montaraz no son la argamasa con la que se puede articular la posible alternativa de gobierno.

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