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El chupinazo

Pamplona arde en fiestas desde el tradicional chupinazo del sábado, precisamente en la fecha conmemorativa de su medio siglo de existencia. Dicho de esta manera, es de una venerable antigüedad, claro, pero, si se echan cuentas, resulta que su histórico origen fue el año 1941, con Franco en El Pardo, vivito y coleando.Los sanfermines están conformados de tradiciones, y una de las más emotivas es aquella en que los mozos se congregan bajo una imagen del santo antes del encierro, y le entonan esta oración: "A San Fermín pedimos / por ser nuestro patrón / nos guíe en el encierro / dándonos su bendición". La letrilla continúa con la respuesta del santo, un poquillo cabreadete, pues les recuerda que el resto del año sigue siendo su patrón y le visitan más bien poco. La antiquísima tradición de rezar a San Fermín antes de correr el encierro aún no ha cumplido sus bodas de plata.

Otra tradición consiste en que, cuando llego a Pamplona y voy a dejar el coche en el garaje, uno de sus dueños me dice que está completo; le respondo que había avisado por teléfono, y entonces comenta: "Bueno, seguramente cogió el encargo mi hermano". Llevamos 16 anos repitiendo cada 5 de julio este diálogo, y ya empieza a ser tan tradicional como el chupinazo.

Todo lo cual se dice sin ninguna ironía. Antes, al contrario, pretende significar que los sanfermines son una Fiesta espontánea y viva, que incorpora las novedades a sus tradiciones seculares. Una fiesta inmortal, salvo que el sector de la hostelería se empeñe en lo contrario, pues ha metido tales precios que, en vez de contribuir a la participación de los forasteros, les invita a que huyan de Pamplona. Un caso de descoordinación: mientras el alcalde lanza el chupinazo, símbolo de la alegría sanferminera, algunos hoteleros se dedican a pegar el petardo.

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